EL MANDINGA :: Historias del diablo en la zona central de Chile

1 Historias del diablo en la zona central de Chile

2 El Mandinga HISTORIAS DEL DIABLO EN LA ZONA CENTRAL DE CHILE El MANDINGA - EL MALIGN EL COLA DE FLECHA - EL C EL SEÑOR DE LAS TINIEBL EL DISCRETO - EL TÍO - EL EL CACHUDO - EL PATA CA LUCIFER- EL COLUDO MATOCO- MEFISTÓFELES -

3 NO CONDENADO AS - SATANÁS L PIJE - EL DIABLO ABRA - EL MAESTRO

4 El Mandinga HISTORIAS DEL DIABLO EN LA ZONA CENTRAL DE CHILE Edición digital 2021 Fundación de Comunicaciones, Capacitación y Cultura del Agro, FUCOA Ministerio de Agricultura Autores Paula García Pablo Poduje Coordinación de contenidos Pierina Cavalli y Loreto Alarcón Diseño Victoria Neriz Corrección de texto Javier Araya Derechos reservados El presente libro no puede ser copiado, reproducido, distribuido, publicado, difundido ni en todo ni en parte, ni archivado ni transmitido por ningún medio mecánico, ni electrónico, de grabación, fotocopia, microfilmación u otra forma de reproducción sin la autorización escrita de FUCOA. Registro de Propiedad Intelectual N° 2021-A-12198 ISBN: 978-956-7215-76-8 Diciembre de 2021, Santiago de Chile.

5 Historias del diablo en la zona central de Chile

6 El Mandinga HISTORIAS DEL DIABLO EN LA ZONA CENTRAL DE CHILE

7 Índice Presentación 9 Prólogo El diablo chileno: Caracterizando al personaje 11 I. Más vale diablo conocido 1. La identidad del diablo 17 2. El macho cabrío 29 3. Doñihue: El diablo, entre chamanto y chacolí 33 4. En los dominios del pije 41 5. El cementerio de piedras 58 6. Un Instrumento misterioso 63 II. Donde el diablo perdió el poncho 1. Pirque: El patrón del mal 71 2. Petorca: Diablos de carne y hueso 87 3. Alhué: Pueblo chico, infierno grande 93 4. Peumo: Una cruzada en contra del diablo 113 5. Peñaflor: Entre pactos y medianoche 127 6. Los Andes: Los columpios del diablo 135 7. Cajón del Maipo: Cuando el diablo mete la pata y no la cola 139 III. Pobre diablo 1. La tertulia del diablo 146 2. El hombre condenado 166 3. La ambición de Manuel Correa 170 4. El guacho pelado 173 5. El ladrillo faltante 175

8 El Mandinga HISTORIAS DEL DIABLO EN LA ZONA CENTRAL DE CHILE IV. Con el diablo en el cuerpo 1. La herencia maldita 180 2. El as de espadas 191 3. La supuesta poseída de Conchalí: Cuando el diablo es inocente 195 4. El poder de los “Meicos” 208 5. Cuando los pactos se heredan 214 6. El que busca siempre encuentra 219 7. Arrastrado al infierno 224 8. El gringo condenado 226 V. Como alma que lleva el diablo 1. La noche en que el diablo anda suelto 232 2. Diabladas: Bailando en fiesta ajena 236 Agradecimientos 241 Bibliografía 242

9 PRESENTACIÓN Presentación Nos es muy grato presentar este libro de los investigadores Paula García y Pablo Poduje, que a través de sus pasajes e imágenes, busca recuperar el carácter identitario y patrimonial del diablo en el campo y la ruralidad de la zona central de Chile, mediante historias, mitos y leyendas que giran en torno a su figura. Este personaje es parte de las raíces y la cotidianidad de las zonas rurales, lo que queda en evidencia no solo en esta publicación, sino que también durante muchos años en nuestro concurso Historias de Nuestra Tierra, en el que cada año hemos podido constatar que cerca de la mitad de las obras recibidas desde los lugares más recónditos del país lo mencionan o incluyen como protagonista. En ese sentido, “El Mandinga” es una profunda y valiosa obra investigativa, motivada por la vocación de sus autores hacia la cultura rural y campesina de nuestro país, lo que ciertamente como institución unió nuestros caminos para hacer material este libro y preservar sus contenidos para las actuales y futuras generaciones. Como FUCOA, estamos cien por ciento enfocados en revalorizar al mundo rural de Chile, su riqueza cultural, la territorialidad de sus características y tradiciones, por lo que a través de iniciativas conjuntas como esta publicación, esperamos aportar desde nuestro quehacer a dar a la cultura rural y sus diversas expresiones el lugar que merece. Francisca Martin Cuadrado Directora Ejecutiva de FUCOA

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11 PRÓLOGO El diablo chileno : Caracterizando al personaje “Y Jesús le preguntó: ‘¿Cómo te llamas?’. Y él le dijo: ‘Mi nombre es Legión, pues somos muchos’”. (Marcos 5:9) Antes de empezar a hablar del diablo y su presencia en distintas tradiciones materiales e inmateriales de nuestro país, creemos que es fundamental caracterizar al personaje protagónico, de quien se han tejido tantas historias. Cabe señalar que tiene múltiples nombres y denominaciones, que pueden dividirse entre lo formal y religioso, y entre lo coloquial e informal, que corresponden a la manera en que las personas, a lo largo de la historia, se han ido relacionando con este misterioso personaje. La palabra diablo proviene del latín diabŏlus, que fue adoptada del griegoδιάβολος (diábolos), que significa el que separa o divide, y crea odios, envidia o cólera. Otra interpretación es “el calumniador”. Esta palabra ya era utilizada en textos griegos en el siglo V a. C. y, posteriormente, fue adoptada por los padres del cristianismo para nombrar al espíritu del mal. Al igual que en el caso anterior, la palabra demonio proviene del latín daemonĭum, y esta del griegoδαιμόνιον (daimónion), variante deδαίμων (dáimôn), que originariamente significaba espíritu o deidad, pero no necesariamente de carácter maligno. Con el advenimiento del cristianismo, la palabra δαίµων empezó relacionarse con la máxima encarnación del mal. Por su parte, el vocablo nace del arameo ןָטָּׂשַה , (ha-shatán), que significa adversario, enemigo, acusador, y del árabe ناطيش (shaitán), que es el nombre con el que las religiones abrahámicas designaban a una entidad que representa la máxima personificación del mal. Se cree que la Iglesia adoptó esta palabra para designar al diablo por provenir de una lengua considerada “sucia”, como el árabe. PRÓLOGO

12 El Mandinga HISTORIAS DEL DIABLO EN LA ZONA CENTRAL DE CHILE Todos estos nombres —y muchos más— son útiles para caracterizar al “Maligno”, el terrorífico personaje con que la tradición judeocristiana ha amedrentado a diferentes generaciones en occidente. Se trata del personaje que, por medio de tentaciones, lleva a las personas por el mal camino del pecado, y que termina condenando a sus almas para transformarse en el combustible que hace arder las llamas del infierno por toda la eternidad. En la cita del Nuevo Testamento que encabeza esta introducción, se describe una escena en la que Jesús visita un endemoniado. Antes de exorcizarlo, le pregunta su nombre y el demonio le responde: “Mi nombre es legión, pues somos muchos”. Y así como ese endemoniado afirmaba estar poseído por muchas entidades malignas, también podemos afirmar que el diablo chileno es una “legión” de muchos diablos, dependiendo del territorio, y también son muchos los nombres que recibe, que hablan de nuestra capacidad de poner sobrenombres, pero también de la reticencia de las personas por pronunciar la palabra diablo, como si el solo hecho de mencionar su nombre fuera una manera de invocarlo. En su libro “Folclor chileno”, Oreste Plath recopila un extenso listado de nombres utilizados a lo largo de nuestro territorio para designar al diablo o, por el contrario, para evitar mencionar su nombre: Azufrado, Cachos de Palo, Cachudo, Caifás, Chambeco, Cola de Ballico, Cola de Flecha, Coludo, Colulo, Cuco, Demontre, Destalonado, Diacho, Diantre, Empelotado, Enemigo, Enemigo Capital, Faramalla, Garrúo, Grandote, Lucifer, Malo, Maldito, Maligno, Malulo, Malvado, Mandinga, Matoco, Maulino, Mekola, Mentao, Patas de Hilo, Patas Largas, Patas Verdes, Patetas, Patillas, Pedro Botero, Perverso, Racucho, Rey o Señor de los Infiernos, Rey o Señor de las Tinieblas, Siete Pecheras, Siete Cruces, Tapatarros, Tentación y Tiznado. A este largo listado, podemos añadir tres que descubrimos durante esta investigación: el Caballero, el Discreto y el Pije. De este diablo chileno se dice que es un huaso elegante y de buen porte, patrón de fundo; que siempre viste de negro, con mantas de castilla o chamantos de Doñihue; que cuando sonríe reluce un brillante diente de oro; que monta un corcel negro, como la noche, y que siempre calza una sola espuela en la bota izquierda. Así lo testimonia la tonada “El diablo”, de autor desconocido:

13 El diablo con una espuela adentro de una chingana, bailaba la sajuriana con una diabla chicuela. Al toque de una vigüela, saltaron los condenados, se arrebató un pollo asa’o que había sobre la mesa. Y por tragarse una presa el Diablo murió atora’o. No obstante, esta tonada también nos refiere el carácter mundano e incluso vulgar de este diablo: baila cueca, se emborracha, hace perro muerto, juega a la rayuela y al monte, apuesta y pierde. Es agricultor, pero también minero. Puede ser poderoso y, al mismo tiempo, es un pobre diablo. Puede hacer pactos, entregando riquezas a cambio de almas, pero también puede ser engañado por los términos de un contrato cuyas cláusulas serían objetadas por el leguleyo más inexperto. Para la realización de este libro, hemos realizado un recorrido por distintas localidades de Chile, como Pisco Elqui, Valparaíso, Petorca, Peñaflor, Conchalí, Pirque, Doñihue, Machalí, Los Andes, Alhué, El Huique y Hualañe, entre otras, para conocer y rescatar las historias que aún perviven en la memoria de los viejos y que corren el riesgo de perderse cuando ellos partan. Las próximas páginas están dedicadas al Mandinga, al Cola de Flecha, al Cachudo; a este diablo chileno y a todas las historias que protagoniza, que continúan vivas en las distintas regiones de la zona central de Chile. A Satanás, ese otro diablo, no lo queremos ver ni en pintura. PRÓLOGO Paula García Valenzuela Pablo Poduje Silva

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15 MÁS VALE DIABLO CONOCIDO I

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17 1 . La identidad del diablo En 1894, en la sección “Canciones Populares”, del periódico “La Voz de Petorca”, se publicó el poema titulado “La Muerte del Diablo”, cuya autoría corresponde a Elías Lizana, quien ejercía como vicepárroco de Hierro Viejo. En sus versos, el religioso describe las múltiples andanzas y correrías del diablo en Petorca y alrededores, incluyendo su deceso en dicha ciudad y posterior inhumación en La Ligua: El diablo nació en Mincha, En Choapa se hizo minero, En Chalaco perdió el poncho, Y en Carén dejó el sombrero. La Santa Cruz lo ahuyentó De las Minas de Putaendo Y San Miguel lo pilló En Petorca remoliendo. En el Papudo lo halló San Pedro tomando baños Y de un puntapié lo echó A cama por todo un año. El diablo murió en Petorca, En La Ligua lo enterraron, En Quillota le hacen honras, Y en el Puerto acabo de año. MÁS VALE DIABLO CONOCIDO

18 El Mandinga HISTORIAS DEL DIABLO EN LA ZONA CENTRAL DE CHILE La diabla cuando lo supo De pena se volvió loca Y los diablitos decían: Mi taita murió en Petorca. La mortaja la tejió Una vieja en Curimón Y el cuerpo se lo llevó Un buitre para el panteón. Este poema evidencia la familiaridad con que este diablo se movía por todo el territorio, como si fuera un ciudadano más. Sus conductas mundanas dan para cuestionarse si Lizana en verdad describía al propio Satanás o, por el contrario, se refería a otro personaje. En los próximos párrafos se intentará aclarar esta disyuntiva. El Diablo volvió a Petorca, en forma de buitre.

19 En el libro “Narraciones tradicionales de Petorca y sus alrededores”, publicado en 2015 y editado por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, figuran cuatro leyendas que explican algunos de los versos de Lizana y que arrojan algo de luz acerca de la supuesta identidad del personaje. El diablo siempre viste elegante, con sombrero y manto negro. MÁS VALE DIABLO CONOCIDO

20 El Mandinga HISTORIAS DEL DIABLO EN LA ZONA CENTRAL DE CHILE El primer relato, titulado “El diablo murió en Petorca y en La Ligua lo enterraron”, de Ana Leyton Morales, se remonta a la época de bonanza económica de Petorca, producto de la minería del oro y la plata. En esa época, era tradicional que, una vez finalizadas las extenuantes jornadas de trabajo, los mineros bajaran al pueblo y repletaran las cantinas, generalmente, para gastar más de lo que producían, ya fuera en la barra del bar, en los juegos de azar o comprando la compañía de mujeres de vida fácil. Una tarde, un desconocido de buen porte y mejor pinta ingresó a la cantina más concurrida de Petorca. Inmediatamente, llamó la atención de la concurrencia la inusitada fortuna de la que gozaba el desconocido: el hombre jugaba mucho dinero y apuesta que realizaba, la ganaba. Rápidamente, atrajo la atención de toda la clientela, principalmente la femenina, atraída tanto por su apariencia física como por su buena suerte y abultada billetera. Sin embargo, entre los parroquianos empezó a crecer el recelo. El recién llegado no solo les ganaba fácilmente en el juego, sino que además les quitaba a sus mujeres, por lo que empezaron a correr la voz y a esparcir rumores en el pueblo: como nadie lo conocía y no existía explicación racional para tanta suerte en el juego, el desconocido no podía ser otro que el mismísimo demonio. Enfrentados a esta situación, un grupo de mineros se puso de acuerdo para seguir los pasos del supuesto diablo una vez que abandonara la cantina, con el objetivo de conocer todos sus movimientos y así dilucidar el misterio. Al salir de la taberna, el desconocido se subió a un brioso corcel negro, lo que hacía confirmar aún más sus sospechas, y recorrió una ruta hasta llegar a un lugar donde había una enorme tinaja de arcilla, donde depositaba todas las ganancias obtenidas en la noche de juerga y juego, para luego desaparecer en el bosque. Así ocurrió todas y cada una de las noches en que los hombres siguieron al desconocido. Para el grupo de mineros ya no cabía ninguna duda: se trataba del diablo y debían darle muerte a como diera lugar para liberar al pueblo de semejante maldición. Una noche en que el aguardiente corrió con más generosidad de lo habitual, se armaron de valor y llegaron hasta la tinaja donde el desconocido arrojaba las ganancias de la noche. Sigilosamente, se ocultaron tras ella para esperarlo y darle muerte. Apenas llegó, los hombres se abalanzaron sobre él con puñales y estoques, consumando el criminal hecho. Cuando confirmaron que el supuesto diablo había dejado de respirar, lo revisaron y en su bolsillo descubrieron una estampita de la Virgen María, prueba definitiva para demostrar que el finado no era el personaje que sospechaban. Asustados y sin saber qué hacer, uno de los hombres sugirió tomar el cuerpo, llevarlo hasta La Ligua y enterrarlo allá para ocultar el crimen (“… y en La Ligua lo enterraron”).

21 MÁS VALE DIABLO CONOCIDO Otra historia que figura en la publicación, de autor desconocido, refiere a la misma época en que la principal actividad económica de Petorca era la minería del oro y la plata, que atraía a muchos hombres en busca de trabajo y fortuna. Desde el valle del Choapa llegó un minero muy trabajador (“En Choapa se hizo minero”), quien en esfuerzo les ganaba a todos los mineros locales. Sin embargo, todo lo que este hombre tenía de empeñoso, también lo tenía de borracho y pendenciero fuera de la faena. Bastaban unos pocos tragos para que este minero choapino se transformara y terminara demostrando su faceta más oculta y odiosa, convirtiéndose en un personaje peleón, mentiroso, atrevido y ladrón. Así, a poco andar, se ganó merecidamente el mote de “El Diablo”. Como si el apodo hubiese definido su personalidad, El Diablo comenzó a aprovechar cada descanso en la mina para descender de los cerros y cometer más de alguna fechoría en el pueblo, provocando terror en la población y atrayendo la atención de los policías. Después de Tinajas de greda.

22 El Mandinga HISTORIAS DEL DIABLO EN LA ZONA CENTRAL DE CHILE una larga búsqueda, en los cerros de Chalaco lo encontraron y le dieron una frisca que lo dejó con un pie en el otro mundo y, posteriormente, lo llevaron hasta la plaza de Petorca, donde le aplicaron más correctivos —a vista y paciencia de todo el pueblo—, castigo que fue suficiente para que el El Diablo recibiera su pasaporte hacia la otra vida. Como este delincuente recibió la sentencia de muerte sin ser objeto de un juicio justo, los representantes de la ley recogieron el cuerpo inerte y lo llevaron a La Ligua para enterrarlo (“… y en La Ligua lo enterraron”). El siguiente relato, de autor anónimo, se remonta a la época de la Colonia, en las tradicionales chinganas que se celebraban en Petorca, donde se bailaba la cueca brava y se brindaba con chicha, chacolí, vino y mistela, como si el mundo se fuera a acabar al día siguiente. Una noche en que las cantoras hacían vibrar sus guitarras, guitarrones y sus arpas, una joven petorquina deslumbraba a la concurrencia, bailando cual si fuese una llamarada y como si sus pies prácticamente no tocaran el piso. La joven bailaba sola, porque ningún hombre estaba a su altura como compañero de baile y, por lo demás, nadie quería perderse tamaño espectáculo. A medianoche, a la chingana se dejó caer un jinete montando un corcel negro como la noche más oscura. Al desmontar, aseguró al jamelgo en uno de los maderos instalados para ese efecto. Al ingresar al recinto, toda la concurrencia quedó deslumbrada ante la presencia de este huaso elegante, completamente vestido de negro y con un diente de oro que relumbraba. El recién llegado se acercó a la mesa donde servían los tragos y, con monedas de oro, compró todo lo que había para beber, invitando a los contertulios a vaciar hasta la última botella. Ante tan inesperada muestra de generosidad, los presentes brindaban y exclamaban: “¡Que baile la visita, que baile la visita!”. El desconocido se hacía de rogar, pero ante la insistencia, no le quedó más alternativa que sacarse el poncho, dejarlo sobre una silla y ponerse a bailar con la talentosa joven que, hasta antes de su llegada, provocaba el asombro de todos los parroquianos. Con la boca abierta quedaron todos al ver el talento y la gracia de este huaso misterioso que, a cada vuelta que hacía la joven bailarina, él se hacía tres. Entre el desconocido y la joven ejecutaban una cueca intensa, nunca antes vista, y la gente, entusiasmada, aplaudía y vitoreaba; y no faltó la señora pechoña que exclamó “¡Ave María Purísima, qué bien baila este joven!”. Ni bien terminó la frase, el desconocido desapareció tras una sonora explosión, dejando una fuerte estela de azufre.

23 MÁS VALE DIABLO CONOCIDO El Diablo invitó a todos a tomar y brindar. Esta es una leyenda que se ha escuchado en otras latitudes. Sin embargo, en la noche siguiente se escuchó cabalgar a un jinete que gritaba: “¡Devuélvanme el poncho, devuélvanme el poncho!”, desde los cerros de Chalaco hasta el otro extremo de Petorca. Así, en una noche de chingana, el diablo en Petorca perdió el poncho. Y, noche tras noche, se escuchaba su estentórea voz, exigiendo la devolución de su preciada prenda, interrumpiendo el sueño y la tranquilidad de todos los petorquinos. El último relato, firmado por Miguel Vergara Ibacache, entrega datos más concretos acerca de la identidad del supuesto diablo, asociando el deambular por la provincia de Petorca a importantes hitos de la historia de nuestro país.

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25 “Localidad de Chalaco”.

26 El Mandinga HISTORIAS DEL DIABLO EN LA ZONA CENTRAL DE CHILE Esta narración también transcurre en la época en que laminería del oro atrajo a un sinnúmero de personas que buscaban enriquecerse con el preciado metal y también a una cantidad de malhechores que esperaban ganarse la vida fácil gracias al esfuerzo de otros. Ya había finalizado la Guerra del Pacífico y se habían firmado los acuerdos de paz, dejando a un importante número de soldados desocupados y olvidados por el Estado —como siempre ocurre cada vez que finaliza cualquier conflicto bélico—. Así, muchos de los sobrevivientes, abandonados a su propia suerte, se las tuvieron que arreglar para ganarse la vida, ya fuera por las buenas o por las peores. Fue el caso de Juan Guerrero, quien había combatido en la Guerra del Pacífico. Haciéndole honor a su apellido, había partido como un simple soldado, pero el valor, la entrega y el compromiso demostrados en cada una de las escaramuzas del conflicto lo llevaron a ser ascendido a capitán. Se decía que, en el campo de batalla, Guerrero era tan valiente como inmisericorde con los enemigos, ganándose el sobrenombre de “El Diablo” entre sus compañeros de armas. El “Diablo” habría sido un héroe de la Guerra del Pacífico.

27 Finalizado el conflicto, Guerrero quedó desocupado y no recibió el más mínimo reconocimiento por su entrega. Quizás, en venganza contra un Estado que le había dado la espalda después de arriesgar su propia su vida para defenderlo, este diablo formó una banda de forajidos, junto a un grupo de camaradas que, con crueldad, asoló fundos, asaltó en carreteras y secuestró y violó a mujeres, entre una larga lista de delitos que se iban incorporando a su prontuario. Todo esto, en un territorio que la banda del diablo utilizaba como coto de caza, que abarcaba desde Salamanca hasta el valle del Aconcagua. Así, luego de la comisión de cualquier acto delictual, la banda se ocultaba de la acción de la justicia entre cerros y quebradas, sin dejar el más mínimo rastro. Rápidamente, la pandilla liderada por El Diablo se convirtió en un verdadero dolor de cabeza para las autoridades de la época. Cometían un delito por acá y al poco tiempo asaltaban a viajeros por allá, como si estuvieran en todas partes y, al mismo tiempo, en ningún lugar. Las andanzas de este diablo provocaron que la gobernación formara un destacamento especialmente dedicado a darle caza. Un día, la fortuna les sonrió: hasta el cuartel policial de Petorca llegó un soplo, indicando que El Diablo se encontraba en una chingana cerca de Chalaco, junto a su enamorada, quien pertenecía a un grupo de cantoras denominado “Las Petorquinas”. La policía llegó hasta el lugar y El Diablo intentó escapar, pero fue acorralado por los representantes de la ley, quienes lo superaban en número. Y, aunque dio la pelea hasta el final, los policías le propinaron tal golpiza, que el delincuente falleció en el mismo lugar donde fue sorprendido. El cuerpo inerte fue subido a una carreta, que recorrió las distintas localidades de Petorca y todo el trayecto hasta La Ligua, para que los camaradas que aún les faltaba por capturar vieran el destino que les esperaba. En La Ligua, el finado fue amarrado a un poste y exhibido así a la población durante varios días. En un momento, el guardia que lo vigilaba se ausentó y, al regresar, se percató de que el cuerpo de El Diablo había desaparecido. Se dice que una mujer piadosa se hizo cargo del cadáver para darle cristiana sepultura. La historia no concluye aquí: la crónica de la época asegura que El Diablo regresó a Petorca, pero en forma de un gran buitre negro, para alimentar aún más su leyenda. MÁS VALE DIABLO CONOCIDO

28 El Mandinga HISTORIAS DEL DIABLO EN LA ZONA CENTRAL DE CHILE 2. El macho cabrío También en el libro “Narraciones tradicionales de Petorca y sus alrededores” figura la última historia protagonizada por el Cachudo, titulada “El Macho Negro”, que relata la historia de dos arrieros que llevaban a las cabras a pastar entre cerros y quebradas. Una noche, agotados después de haber cabalgado durante una larga jornada, los arrieros se sentaron alrededor de una fogata, compartieron una frugal cena y, extenuados, se rindieron al sueño, debajo de un quillay seco. A eso de la medianoche, uno de los arrieros se despertó sobresaltado por el sonido de una de las cabras que se había escapado del lugar donde las habían asegurado. El arriero se levantó raudo, sabiendo que no podía darse el lujo de perder un solo animal. A pesar de ser noche cerrada, la oscuridad no fue impedimento para darse cuenta de que el animal que se había liberado era un macho cabrío negro como el carbón, que lo observaba con una mirada penetrante. El hombre cogió el lazo para arrear al animal en arriesgada carrera, mientras el macho cabrío saltaba ágil entre las rocas del cerro. El arriero lanzó el lazo y consiguió el objetivo de traerlo de vuelta. Sin embargo, el animal demostraba una fuerza inusitada, arrastrando a su captor hasta una ciénaga donde este comenzó a hundirse. A pesar de la desesperación, el hombre no soltaba el lazo y el animal lo observaba y parecía sonreír con una mueca burlona, dejando ver unos dientes de oro que relucían en la oscuridad. Cuando ya se hundía, sintió que alguien lo laceaba y vio a su compañero que tiraba de una cuerda para sacarlo del fangal: “¡Huevón, cómo se te ocurre meterte en el barro!”, le espetó su salvador. Ya fuera de peligro, el arriero fue a revisar y se dio cuenta de que el macho negro, junto al resto de las cabras, estaba en el mismo lugar donde lo habían dejado al anochecer. Recién ahí tomó conciencia de que el macho que había laceado y lo había arrastrado no era su animal. Enesemomento, tiritandode fríoymiedo, le relatóa sucompañero laespeluznanteexperiencia que había vivido minutos antes. “¡Satanás te quería llevar!”, le dijo su amigo, entre risas. “Menos mal que te escuché gritar, de lo contrario, a estas alturas, ya estarías en el infierno”, agregó.

29 Aterido y aún presa del susto, el arriero avivó el fuego y rezó el padrenuestro una y otra vez, hasta que las luces del amanecer le devolvieron la paz. De más está decir que nunca volvieron a llevar las cabras a ese lugar donde el diablo se aparece en la tradicional forma de un macho cabrío negro. MÁS VALE DIABLO CONOCIDO El macho cabrío negro desde siempre ha sido relacionado con el diablo.

30 El Mandinga HISTORIAS DEL DIABLO EN LA ZONA CENTRAL DE CHILE MÁS VALE DIABLO CONOCIDO Doñihue Doñihue Región del Libertador General Bernardo O’Higgins. Enclavada en el valle central de nuestro país, esta comuna está compuesta por las localidades de Doñihue y Lo Miranda, que concentran una serie de tradiciones profundamente arraigadas en nuestra identidad patria.

31 3. Doñihue: El diablo , entre chamanto y chacolí Doñihue es una comuna que pertenece a la provincia de Cachapoal, en la Región del Libertador General Bernardo O’Higgins. Enclavada en el valle central de nuestro país, esta comuna está compuesta por las localidades de Doñihue y Lo Miranda, que concentran una serie de tradiciones profundamente arraigadas en nuestra identidad patria. Doñihue es la cuna de las chamanteras, artesanas que mantienen viva la confección de chamantos, que son los ponchos o mantas ornamentales que visten los huasos en ocasiones especiales. Es un trabajo delicado, debido a que se elaboran con hilo de seda y lana, que puede demandar hasta seis meses en su fabricación y que en esta comuna se ha consolidado como un oficio familiar, que se ha ido heredando de generación en generación. La particularidad que tiene el chamanto respecto de una manta común y corriente es su reversibilidad, cuyas finas terminaciones permiten que ambas caras puedan ser utilizadas. De esta manera, la cara más oscura se viste de día, mientras que la más clara se usa de noche. La comuna de Doñihue también es considerada la capital nacional del chacolí, vino blanco o rosado, muy ligero y de origen vasco ( txakolin ), que también es reconocido como el “vino de la independencia”, porque con esta bebida se habrían llenado las copas para brindar por la victoria en la batalla de Chacabuco, en 1817. La relación entre este tipo de vino y Doñihue es tan profunda, que desde 1975 en esas latitudes se celebra la Fiesta del Chacolí, para mantener viva esta tradición vitivinícola que había sido injustamente desplazada por los vinos de origen francés. La economía doñihuana se sostiene en la actividad agropecuaria. A la agricultura se le suman enormes plantas faenadoras avícolas que dan la bienvenida a los visitantes. También, indirectamente, la minería del cobre da trabajo a sus habitantes, dada la proximidad de la comuna con la ciudad de Rancagua, sede de laDivisión El Teniente deCodelco. Así, entre campo y minería, el diablo se entromete en las historias antiguas de los viejos, en una comunidad que rehúsa conversar abiertamente del tema e incluso evita mencionar su nombre, utilizando eufemismos para denominarlo. Cuando se les pregunta por el diablo, hablan del “Caballero” o el “Personaje”, cambiando rápidamente de tema, como si la sola mención de su nombre fuera una forma de invocar su presencia. MÁS VALE DIABLO CONOCIDO

32 El Mandinga HISTORIAS DEL DIABLO EN LA ZONA CENTRAL DE CHILE Sin embargo, en la Biblioteca Pública de Doñihue se puede encontrar un ejemplar del librillo “Mitos y leyendas de Doñihue”, de Sigifredo Acevedo Segovia, profesor de enseñanza básica quien, voluntariosamente, se encargó de recopilar las historias que circulan por el territorio y llevarlas al papel, en una edición financiada por la Municipalidad de Doñihue, donde describe breves relatos de brujos, duendes, entierros y, por supuesto, del diablo. La mayoría de los cuentos son arquetípicos, es decir, las mismas historias se han escuchado o leído como originarias de otras localidades, pero el recopilador se encarga de situarlas geográficamente en territorio doñihuano. Sin más preámbulo y con el permiso de don Sigifredo, nos tomaremos la libertad de relatar algunas de sus historias en las siguientes páginas. Cuando el diablo se aburre Cualquier persona que dedica su tiempo a realizar la misma tarea de forma repetitiva o rutinaria termina por verse sumida en el más profundo tedio. Esa misma sensación le sobrevino un día al diablo en el infierno, aburrido de provocar suplicios y martirios a las almas que en vida habían desviado su camino. Así que, para distraerse de su faena, decidió salir a dar unas vueltas y buscar a nuevos candidatos que avivaran las llamas del averno. Cuenta don Sigifredo que el diablo, en una de sus escapadas, llegó hasta Rancagua para arreglar cuentas con un cristiano, con quien había hecho un pacto. Coincidió que era fin de mes, fecha de pago de los mineros, y se encontró con varios de ellos que salían de las oficinas de calle Millán con sus billeteras abultadas, quienes lo invitaron a celebrar el canto de Gardel en una cantina cercana. El diablo, sediento y hambriento, fue incapaz de rechazar tan espléndido convite y se dispuso a disfrutar de un contundente almuerzo, regado con mostos de la región. Satisfecho y embriagado, a la hora de la despedida, se comprometió a regresar al mes siguiente. Así no más fue: cuando los mineros estaban recibiendo su salario, apareció el diablo, quien sin gran esfuerzo, los convenció de repetir la comilona, incluso ayudando a pagar la cuenta. Cenaron en el mejor restaurante y, terminados los postres, el Mandinga los desafió a ir a la Casa de Ladrillos, en la calle Rubio, a bailar cueca y otros sones. En el recinto, fue tanto el talento que desplegó el diablo bailando, que se corrió la voz y llegó gente de las poblaciones más apartadas para verlo. Eso sí, la única condición que el Cola de Flecha impuso para cualquier curioso que deseara ingresar a la casa era que, en su presencia, no podía portar medallitas, cruces ni escapularios.

33 MÁS VALE DIABLO CONOCIDO Tras la segunda juerga, el diablo quedó con ganas de chingana y al mes siguiente organizó una gran fiesta para celebrar el encuentro de un entierro de oro que había en Camarico de Doñihue. Dicen que, decidido a tirar la casa por la ventana, no escatimó en gastos y mandó a sacrificar 15 vaquillas, y encargó siete pipas de vino tinto y siete de blanco, cosa que ningún comensal se quejara de hambre ni de sed. Sus compadres de juerga convocarían a los invitados a la Casa de Cristal, en la calle Calvo, en Rancagua, recalcando la misma condición anterior: nadie podía asistir portando medallas, escapularios, rosarios ni crucifijos. El diablo invitaba con la condición de que nadie llevara medallas, cruces o escapularios. Ya era medianoche y la fiesta estaba en su apogeo, con el diablo bailando incansable, sacando chispas y humo a la pista de baile en cada pie de cueca que entonaban las cantoras traídas de Graneros. En lo mejor de la fiesta, llegó un anciano que intentó ponerse al día con las copas, empinando el codo como si no hubiera un mañana. Al poco rato, los asistentes vieron al viejo avivando la cueca al diablo bailarín con exagerado entusiasmo: “¡Esta sí que es cueca, mi alma! ¡Huifa, rendija, la mama, la hija!”.

34 El Mandinga HISTORIAS DEL DIABLO EN LA ZONA CENTRAL DE CHILE “En lo mejor de la fiesta, llegó un anciano que intentó ponerse al día con las copas, empinando el codo como si el mundo se fuera a acabar al día siguiente”.

35 MÁS VALE DIABLO CONOCIDO “Con solo escuchar la invocación a la Santa Patrona, el diablo estalló en sonora explosión, dejando el pueblo hediondo a azufre por mucho tiempo”.

36 El Mandinga HISTORIAS DEL DIABLO EN LA ZONA CENTRAL DE CHILE Haciendo gala de sus mejores pasos, el diablo arrojó su chamanto al suelo con elegancia y el anciano no pudo menos que exclamar “¡Virgen Santísima, qué bien baila este roto!”. Con solo escuchar la invocación a la Santa Patrona, el diablo estalló en sonora explosión, dejando el pueblo hediondo a azufre por mucho tiempo. Después de este acontecimiento, los lugareños cuentan que, de vez en cuando, el diablo se aparece por Rancagua y sus alrededores buscando almas para llevarse al infierno, pero ya nunca más en el día de pago de los mineros. También dicen que desaparece con viento fresco cada vez que alguien advierte: “¡Por la Virgen Santísima, arranca que viene el viejo curao!”. La guagua que ríe Don Sigifredo también cuenta la historia de dos vecinas de Valparaíso de Doñihue, quienes salieron de sus casas al campo en busca de palos para avivar el fogón donde cocinarían el almuerzo. Hurgando en el baldío, entre unas matas y unas basuras, escucharon los tiernos balbuceos de una guagua. Miraron a su alrededor, encontrando a un encantador bebé y se “Al escuchar esto, las mujeres asustadas tiraron la guagua, diciendo: “¡Dios Santo, esto es obra del Demonio!”.

37 MÁS VALE DIABLO CONOCIDO preguntaron quién habría sido la infeliz madre que había abandonado a esa pobre e indefensa criatura en ese sitio tan inhóspito. Las buenas mujeres la tomaron en sus brazos, le dieron abrigo y regresaron con ella a casa. Todos los familiares se maravillaron ante el querubín que a todos regalaba una sonrisa. Una de las mujeres asumió el rol de madre y un día se fue de compras con la guagua en coche. En el almacén, las vecinas la tomaron en brazos y se sorprendieron por su belleza, simpatía y encanto. Sin embargo, una de ellas, al mirarla detenidamente, con sorpresa, expresó: “¡Qué curioso! Esta guagua ya tiene todos sus dientes”. No terminó de decir esto, cuando la criatura dijo, mirándola: “¡Quiero carcocho! ”. Al escuchar esto, las mujeres asustadas tiraron la guagua, diciendo: “¡Dios Santo, esto es obra del demonio!”. Antes de caer al suelo, se escuchó una fuerte carcajada y la guagua se esfumó en el aire, dejando el ambiente cargado de olor a azufre. La Puntilla del Chivato Este relato está contenido en el libro“Retratos: rescate del patrimonio inmaterial de la comuna de Doñihue”, de Carolina Ruiz López y Éric González Arriaza, que dedica un párrafo a un cerro denominado la Puntilla del Chivato (también conocido como Punta Alta), ubicado entre La Rinconada y la Plazuela de Lo Miranda. La Puntilla del Chivato se denomina de esa manera debido a su forma, que se asemeja a la pera de un macho cabrío (animal tradicionalmente relacionado con la figura del diablo). Cuenta la leyenda que cuando una persona asciende hasta la cima de este monte se pone a temblar, por eso nadie se atreve a escalarlo. Un campesino que trepó hasta su cumbre relató que cuando alcanzó la cima, con el objetivo de recolectar leña, los peumos, quillayes, maitenes y coligües comenzaron a bailar y la tierra temblaba por los cuatro costados. Era tanto el movimiento telúrico que a duras penas el campesino podía mantenerse en pie, a tal punto que el cerro lo devolvió rodando por la ladera. Una vez abajo, el leñador fue corriendo a relatar lo sucedido al sacerdote de la villa. No era la primera vez que el cura escuchaba una historia similar, y para resolver el diabólico comportamiento de este cerro, mandó a fabricar una imponente cruz de madera, que transportó en una romería tirada por dos mulas y acompañada de forzudos voluntarios que se encargarían de instalar el símbolo santo, con el objetivo de bendecir y pacificar el terreno. A falta de escasos metros para alcanzar la cúspide e instalar el crucifijo, el terreno demostró

38 El Mandinga HISTORIAS DEL DIABLO EN LA ZONA CENTRAL DE CHILE “Se ha visto al Diablo bailando cueca de manera enérgica y sacando chispas con el roce de sus espuelas con el piso, con el objetivo de derribar las cruces que los cristianos instalan en el cerro para espantarlo.”

39 “Era tanto el movimiento telúrico que a duras penas el campesino podía mantenerse en pie.” toda su furia, echando por tierra la cruz, los animales y a todos los integrantes de la procesión. Sorprendido y asustado, el párroco dijo “Es justo aquí, en este sitio en que nos detiene Dios donde hay que instalar este crucifijo”, sitio donde aún se puede ver y que es visitada por congregaciones religiosas y turistas. De la Puntilla del Chivato también se cuenta que en su cima se ha visto al diablo bailando cueca de manera enérgica y sacando chispas con el roce de sus espuelas contra la roca, con el objetivo de derribar las cruces que los cristianos habían instalado en el cerro para espantarlo. También dicen que el diablo bajaba del cerro hasta Lo Miranda, donde se embriagaba y raptaba a doncellas que desaparecían en el monte. Por último, para los habitantes del sector, la explicación de tanto misterio es que se trata de un cerro encantado, que esconde un secreto que aún está pendiente de ser develado. MÁS VALE DIABLO CONOCIDO

40 El Mandinga HISTORIAS DEL DIABLO EN LA ZONA CENTRAL DE CHILE MÁS VALE DIABLO CONOCIDO Valle del Elqui Valle del Elqui Región de Coquimbo Abundan los relatos de avistamientos de ovnis y más de algún habitante asegura haber sido contactado por seres de otro planeta en esas latitudes.

41 MÁS VALE DIABLO CONOCIDO 4. En los dominios del Pije Si fuésemos capaces de definir de alguna manera al valle del Elqui, quizás podríamos hacer un paralelo con el Macondo que Gabriel García Márquez describe en “Cien años de soledad”, porque hay algo de realismo mágico en todo el territorio. Un ejemplo de ello es Vicuña, una de las localidades enclavadas en el valle, que fue la cuna de Lucila Godoy Alcayaga, poeta que el mundo conocería bajo el nombre de Gabriela Mistral, quien recibió el Premio Nobel de Literatura en 1945. Los prístinos cielos que cubren este valle lo han convertido en uno de los destinos preferidos en el mundo para ver las estrellas y desentrañar los secretos del universo, lo que quedó confirmado con la verdadera invasión de turistas que se dejó caer para el eclipse que se avistó en la región, en julio de 2019. Y si del universo se trata, abundan los relatos de avistamientos de ovnis y más de algún habitante asegura haber sido contactado por seres de otro planeta en esas latitudes. En el valle del Elqui, el reloj pareciera transitar a menor velocidad, como si no tuviera ningún apuro. Así las cosas, es muy habitual ver a longevos habitantes en excelentes condiciones de salud física y mental. En ese terruño, la amabilidad es verbo y todo el mundo saluda al forastero. Allí la tierra es generosa y amable, y una prueba de ello son las parras que abundan en el valle, de un vivo color verde claro, de las cuales los lugareños cosecharán las vides que el tiempo y algunos procesos químicos transformarán en pisco. Estas tierras incluso tuvieron su Mesías: el campesino Domingo Zárate Vega, quien vivió entre 1898 y 1971, durante gran parte de su existencia afirmó ser el Hijo de Dios, afincándose en estas tierras donde, acompañado de doce apóstoles, bautizaba a sus seguidores en las aguas del río Elqui, siendo reconocido como el Cristo de Elqui. Y si el valle del Elqui tenía su cristo, también debe tener su propio diablo. Dentro de las historias relatadas por los lugareños, nos contaron acerca del Pije, un huaso elegante, de buen porte, siempre vestido de negro y con diente de oro, que era frecuente verlo montar un brioso corcel negro, infundiendo temor a cualquiera que se lo encontrara. Llama la atención el parecido que existe entre el Pije y la descripción del diablo en algunas localidades rurales de la zona central de nuestro país. Lo más probable es que Pije corresponda a un eufemismo para evitar mencionar el nombre del Malulo, como ya ha ocurrido en otras

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43 El valle del Elqui.

44 El Mandinga HISTORIAS DEL DIABLO EN LA ZONA CENTRAL DE CHILE provincias. Como dicen por ahí, si tiene patas de caballo, cola de caballo y cabeza de caballo, no puede ser otra cosa que un caballo. Por lo tanto, dadas las similitudes, qué duda cabe que el Pije no sea otro personaje que el propio diablo haciendo de las suyas en el valle del Elqui. El señor de las cobranzas La hoja de ruta incluyó el valle del Elqui como parte del itinerario de la investigación, debido a una curiosa historia relatada por Claudio, quien se dedica a la venta de espacios publicitarios en un medio de comunicación escrito. Al comentarle que estaba iniciando un proyecto de recopilación de leyendas relacionadas con el diablo, de buenas a primeras, soltó una frase contundente: “Yo conocí al diablo”, que fue seguida por un escéptico silencio. Como la aclaración no salió de su boca espontáneamente, me vi obligado a pedirle que explicara a qué se refería con esa llamativa frase y relató la siguiente historia. Después de contraer matrimonio con Paula, en noviembre de 1995, viajaron de luna de miel a Tongoy, en la Región de Coquimbo. Aunque las altas temperaturas ya presagiaban la llegada del verano, aún era temporada baja y la avalancha de turistas todavía era lejana. Por lo tanto, durante una semana, los recién casados disfrutaron de la soledad y la tranquilidad del balneario, como si todo estuviera preparado exclusivamente para ellos. El tiempo transcurre vertiginoso cuando se está disfrutando. Y eso le sucedió a la pareja, por lo que avisaron en sus respectivos trabajos que alargarían su luna de miel en una semana más. Aprovechando el tiempo adicional y no planificado, decidieron cambiar de destino y viajar al valle del Elqui, que ninguno de los dos conocía. Iniciado el viaje, hicieron una corta escala en La Serena para consultar por alojamiento en el valle. La principal condición que debía contar el hotel donde se alojarían era que, entre sus servicios, debía ofrecer piscina. El único establecimiento que, por entonces, cumplía con ese requisito era el Hotel Elqui, ubicado en la localidad de Pisco Elqui.

45 MÁS VALE DIABLO CONOCIDO Hotel Elqui, donde el Diablo se alojaba una vez al año para cobrar almas en el valle.

46 El Mandinga HISTORIAS DEL DIABLO EN LA ZONA CENTRAL DE CHILE Al igual que Tongoy, Pisco Elqui presentaba una sequía de turistas, por lo tanto, en el hotel los atendieron con particular atención; más aún, teniendo en cuenta su condición de recién casados. Los días pasaban con la calma que caracteriza al valle y se dedicaron a recorrer los pueblitos cercanos y a aprovechar la piscina del hotel para capear el intenso calor de la zona norte. Una tarde, cuando casi comenzaba a anochecer, llegaron nuevos pasajeros al hotel: una pareja bastante dispareja. Se trataba de un hombre que superaba generosamente los 50 años, acompañado de una joven que, con suerte, habría cumplido los 20. Mientras Claudio y Paula tomaban un aperitivo, los recién llegados preguntaron si no les molestaba compartir mesa y disfrutar en conjunto de la velada. La pareja no era dispar solo en edad: mientras el hombre, bien vestido y con pinta de galán maduro de teleserie, era encantador y manejaba con talento el arte de la conversación; la joven apenas hablaba y, cuando lo hacía, era para manifestar su admiración por las cosas que decía el caballero. Al presentarse, Claudio y Paula dijeron que eran publicistas y que estaban de luna de miel. Por su parte, el huésped comentó que se dedicaba a las cobranzas, oficio que lo había llevado a recorrer el mundo entero. Incluso, contó que su quehacer le había permitido ingresar al mismísimo Palacio de La Moneda, en Santiago. En este punto, a Claudio le empezaron a surgir algunas dudas: ¿qué tipo de cobranzas lleva a este personaje a viajar por todo el mundo? ¿Trabajaría para una naviera, quizás? ¿Y por qué realizaba cobranzas directamente en La Moneda? Igual, el tema de las cobranzas es bastante árido y no da para iniciar una conversación entretenida, por lo tanto lo dejó pasar, sin hacer más preguntas al respecto. En un momento, el caballero confesó que también leía el tarot y, tras el entusiasmo de Paula, sacó un mazo y distribuyó las cartas sobre la mesa, tratando de descifrar el mensaje que escondían acerca del futuro de la recién casada. Luego de un momento de silencio y concentración, el tarotista recogió el naipe, excusándose: “Eres tan joven y estás recién casada. ¡Para qué te voy a aburrir con estos temas!”, guardando las cartas. La noche había transcurrido casi sin darse cuenta: las dos parejas habían pasado una estupenda velada, bien conversada y compartida. Cuando ya era tarde, el caballero se excusó por tener que retirarse a su habitación: al día siguiente partirían muy temprano del hotel, lo que los obligaba a madrugar. Antes de despedirse, intercambiaron teléfonos, en pos de un futuro encuentro y solicitaron a un mozo que les sacara una foto a los cuatro, como recordatorio de la velada.

47 Cuando Paula y Claudio llegaron a su habitación, se apoderó de ellos un miedo opresivo e inexplicable. La noche estaba oscura como boca de lobo; el cielo, sin luna, casi no presentaba estrellas, como si un paño de oscuro terciopelo lo cubriera. La sensación de terror de la pareja se acrecentaba con los angustiosos aullidos de perros que desgarraban el silencio nocturno. El inexplicable terror que se respiraba en el ambiente impidió que pudieran conciliar el sueño. MÁS VALE DIABLO CONOCIDO Habitación del Hotel Elqui. A la mañana siguiente, cuando bajaron a desayunar, había una señora haciendo el aseo en la habitación que había abandonado la otra pareja. Con el ceño fruncido, les consultó si habían compartido con los huéspedes que se habían alojado en ese cuarto y si habían intercambiado datos de contacto. Claudio respondió afirmativamente a ambas preguntas. La reacción de la señora los sorprendió: “¡Quemen el papelito con los datos de ese señor! Si se sacaron fotos, ¡quémenlas también!”. Ante la extrañeza de la pareja y sin mediar pregunta, la señora continuó: “¡Ese señor es el mismísimo diablo! Viene todos los años a cobrar almas al

48 El Mandinga HISTORIAS DEL DIABLO EN LA ZONA CENTRAL DE CHILE valle del Elqui, que después se lleva al infierno y siempre se aloja en esta misma habitación”. Ante la perplejidad de los recién casados, la señora agregó que las tareas de aseo, además de aspirar o cambiar sábanas, incluían colgar ramas de ruda para limpiar la oscura energía con que quedaba cargada la habitación, tras la visita del supuesto demonio. Sin dudarlo un segundo, Claudio rompió en pedacitos la tarjeta de visita que le había entregado el enigmático personaje y trató de olvidar este encuentro para gozar los últimos días de unas inolvidables vacaciones. A la semana siguiente de haber regresado, la tragedia hizo olvidar los buenos momentos disfrutados: el padre de Paula falleció de forma inesperada y casi ochomeses más tarde, ocurrió lo mismo con su madre. Aún, ante tan triste escenario, fue inevitable recordar al supuesto diablo con que habían compartido esa noche en Pisco Elqui, que había tirado las cartas del tarot y pensaron que quizás había sido capaz de leer las desgracias que sobrevendrían en el futuro cercano de Paula y, por esa razón, no concluyó su lectura. Mucho tiempo después revelaron los rollos de todas las fotos que habían sacado durante la luna de miel y, entre ellas, apareció la fotografía que inmortalizó a las dos parejas que se habían conocido durante esa inolvidable jornada en el Hotel Elqui. La imagen también tenía una curiosidad: mientras los recién casados y la joven veinteañera salían con los ojos rojos, a causa del típico efecto de la luz del flash directo al rostro que provocaban las cámaras analógicas, el supuesto diablo era el único que no presentaba las consecuencias de ese efecto óptico: sus ojos aparecían de forma normal, como complemento a una enigmática sonrisa. Al ver la fotografía, recordaron la voz de la señora, advirtiéndoles respecto del personaje. No dudaron en romper la foto y la tiraron a la basura. Ya han transcurrido más de dos décadas desde entonces. Luego de escuchar esta historia, visitar Pisco Elqui se hacía mandatorio para conocer el hotel donde supuestamente se alojaba el diablo y, si había fortuna, conocer a algún testigo de su presencia. Para ello, conversamos con Julio Avilés, dueño y administrador del Hotel Elqui, le describimos la historia a grandes rasgos, pero lamentablemente no tenía mayores antecedentes respecto de esta historia. Eso sí que, por la naturaleza del relato, reconoció tener alguna idea de quién podría haber sido la señora que les advirtió a Claudio y a Paula de las periódicas visitas del diablo al valle del Elqui: se trataba de una funcionaria que había trabajado en el hotel hace mucho tiempo y que luego había renunciado, sin saber cuál sería su actual paradero. Y, si bien no nos aportó mayores pruebas que confirmaran al diablo como huésped del hotel, en cambio, nos compartió la sabrosa historia que relataremos a continuación.

49 De piratas y diablos Julio nos comentó acerca de una de las historias que narraba don César Esquivel, quien fuera carabinero y que, como parte de sus funciones, le correspondió recorrer a caballo gran parte de la cordillera de la región, donde además de cumplir con lo que se le encomendaba, aprovechaba de conversar con arrieros y campesinos. Renunció a la institución en 1954. Aparte de dedicarse a la agricultura, a la ganadería y al servicio público, escribió cinco libros donde recopiló muchas de las historias que le relataron durante su labor policial. Se cuenta que durante los siglos XVI y XVII se produjeron muchos ataques de piratas en la bahía de Coquimbo y en La Serena, siendo sir Francis Drake el más emblemático. Ante la inminente amenaza corsaria, se dice que los españoles reunían todas sus riquezas y subían al valle del Elqui a enterrarlas, como único método para dejar el oro y las joyas a buen recaudo. Para recordar el punto exacto donde habían ocultado tan valiosos tesoros, elaboraron mapas de improvisada cartografía, que se fueron perdiendo y encontrando con el tiempo, o pasando de abuelos a nietos, como parte de una potencial y fastuosa herencia. Mapa del tesoro. MÁS VALE DIABLO CONOCIDO

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