EL MANDINGA :: Historias del diablo en la zona central de Chile

37 MÁS VALE DIABLO CONOCIDO preguntaron quién habría sido la infeliz madre que había abandonado a esa pobre e indefensa criatura en ese sitio tan inhóspito. Las buenas mujeres la tomaron en sus brazos, le dieron abrigo y regresaron con ella a casa. Todos los familiares se maravillaron ante el querubín que a todos regalaba una sonrisa. Una de las mujeres asumió el rol de madre y un día se fue de compras con la guagua en coche. En el almacén, las vecinas la tomaron en brazos y se sorprendieron por su belleza, simpatía y encanto. Sin embargo, una de ellas, al mirarla detenidamente, con sorpresa, expresó: “¡Qué curioso! Esta guagua ya tiene todos sus dientes”. No terminó de decir esto, cuando la criatura dijo, mirándola: “¡Quiero carcocho! ”. Al escuchar esto, las mujeres asustadas tiraron la guagua, diciendo: “¡Dios Santo, esto es obra del demonio!”. Antes de caer al suelo, se escuchó una fuerte carcajada y la guagua se esfumó en el aire, dejando el ambiente cargado de olor a azufre. La Puntilla del Chivato Este relato está contenido en el libro“Retratos: rescate del patrimonio inmaterial de la comuna de Doñihue”, de Carolina Ruiz López y Éric González Arriaza, que dedica un párrafo a un cerro denominado la Puntilla del Chivato (también conocido como Punta Alta), ubicado entre La Rinconada y la Plazuela de Lo Miranda. La Puntilla del Chivato se denomina de esa manera debido a su forma, que se asemeja a la pera de un macho cabrío (animal tradicionalmente relacionado con la figura del diablo). Cuenta la leyenda que cuando una persona asciende hasta la cima de este monte se pone a temblar, por eso nadie se atreve a escalarlo. Un campesino que trepó hasta su cumbre relató que cuando alcanzó la cima, con el objetivo de recolectar leña, los peumos, quillayes, maitenes y coligües comenzaron a bailar y la tierra temblaba por los cuatro costados. Era tanto el movimiento telúrico que a duras penas el campesino podía mantenerse en pie, a tal punto que el cerro lo devolvió rodando por la ladera. Una vez abajo, el leñador fue corriendo a relatar lo sucedido al sacerdote de la villa. No era la primera vez que el cura escuchaba una historia similar, y para resolver el diabólico comportamiento de este cerro, mandó a fabricar una imponente cruz de madera, que transportó en una romería tirada por dos mulas y acompañada de forzudos voluntarios que se encargarían de instalar el símbolo santo, con el objetivo de bendecir y pacificar el terreno. A falta de escasos metros para alcanzar la cúspide e instalar el crucifijo, el terreno demostró

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