EL MANDINGA :: Historias del diablo en la zona central de Chile

28 El Mandinga HISTORIAS DEL DIABLO EN LA ZONA CENTRAL DE CHILE 2. El macho cabrío También en el libro “Narraciones tradicionales de Petorca y sus alrededores” figura la última historia protagonizada por el Cachudo, titulada “El Macho Negro”, que relata la historia de dos arrieros que llevaban a las cabras a pastar entre cerros y quebradas. Una noche, agotados después de haber cabalgado durante una larga jornada, los arrieros se sentaron alrededor de una fogata, compartieron una frugal cena y, extenuados, se rindieron al sueño, debajo de un quillay seco. A eso de la medianoche, uno de los arrieros se despertó sobresaltado por el sonido de una de las cabras que se había escapado del lugar donde las habían asegurado. El arriero se levantó raudo, sabiendo que no podía darse el lujo de perder un solo animal. A pesar de ser noche cerrada, la oscuridad no fue impedimento para darse cuenta de que el animal que se había liberado era un macho cabrío negro como el carbón, que lo observaba con una mirada penetrante. El hombre cogió el lazo para arrear al animal en arriesgada carrera, mientras el macho cabrío saltaba ágil entre las rocas del cerro. El arriero lanzó el lazo y consiguió el objetivo de traerlo de vuelta. Sin embargo, el animal demostraba una fuerza inusitada, arrastrando a su captor hasta una ciénaga donde este comenzó a hundirse. A pesar de la desesperación, el hombre no soltaba el lazo y el animal lo observaba y parecía sonreír con una mueca burlona, dejando ver unos dientes de oro que relucían en la oscuridad. Cuando ya se hundía, sintió que alguien lo laceaba y vio a su compañero que tiraba de una cuerda para sacarlo del fangal: “¡Huevón, cómo se te ocurre meterte en el barro!”, le espetó su salvador. Ya fuera de peligro, el arriero fue a revisar y se dio cuenta de que el macho negro, junto al resto de las cabras, estaba en el mismo lugar donde lo habían dejado al anochecer. Recién ahí tomó conciencia de que el macho que había laceado y lo había arrastrado no era su animal. Enesemomento, tiritandode fríoymiedo, le relatóa sucompañero laespeluznanteexperiencia que había vivido minutos antes. “¡Satanás te quería llevar!”, le dijo su amigo, entre risas. “Menos mal que te escuché gritar, de lo contrario, a estas alturas, ya estarías en el infierno”, agregó.

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