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2 Edición, diseño y diagramación: Fundación de Comunicaciones, Capacitación y Cultura del Agro del Ministerio de Agricultura. Diciembre de 2023 Este proyecto se realizó con el apoyo de la subvención municipal otorgada por la Ilustre Municipalidad de General Lagos y el Honorable Concejo Municipal.

3 A pesar de movimientos migratorios, procesos de aculturación, traspaso de tierras comunales a territorios de propiedad privada, hay modos, creencias y saberes que han logrado mantenerse vivos, consiguiendo encontrar un espacio en el mundo actual. Es lo que se intentará develar a través de la experiencia presente pero también a través de la memoria -historia de vida- de don Germán Flores Mamani, mallku o autoridad de la comunidad Ancara en Chislluma, comuna de General Lagos en la región de Arica y Parinacota. Ganadero y dirigente aymara, ha presidido la Junta de Vecinos y Vecinas de Visviri, la asociación indígena y el Club de Adulto Mayor, ambos de Chislluma; ha sido fiscalizador en la Asociación de Ganaderos de General Lagos. También ha participado como invitado en encuentros de ganadería en Perú, Bolivia, Argentina y Costa Rica. Además, ha desarrollado diversos proyectos en la región como la construcción de corrales, instalación de sistemas de regadío, mejoramiento de instalaciones y accesos, y el proyecto Vicuñas en cautiverio. Es depositario de saberes ancestrales del pueblo aymara del norte de Chile y, en tal condición, portador de la sabiduría recibida de generaciones . Esa sabiduría es la que la autora de este documento, Küyen Railen Gerter, busca ofrecer a las actuales y futuras generaciones, información a la que tuvo acceso mediante un ciclo de entrevistas que le realizó entre el 24 de marzo y el 10 de septiembre de 2023, y la investigación de fuentes relacionadas.

4 Mi primer encuentro con don Germán fue en su casa. Acababa de terminar el verano según calendario, pero la lluvia persistía en el altiplano, por lo que permanecimos bajo techo junto a su cocina a leña los tres días que estuve allí. Küyen Railén Gerter Entrevistas realizadas en Arica y Ancara, entre el viernes 24 de marzo y el domingo 10 de septiembre de 2023 AUTORA: Küyen Railén Gerter, licenciada en Filosofía y Humanidades por la Universidad de Chile y por la Universidad Autónoma de Madrid, magíster en Antropología: Investigación Avanzada e Intervención Social por la Universitat Autònoma de Barcelona. Becaria del programa Escuela de Verano sobre Derecho indígena, perspectiva de género y DDHH en Latinoamérica de la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido becaria del programa Santander como estudiante de intercambio el 2014 en la Universidad Autónoma de Madrid, España y como investigadora el 2020 en la Universidad de Campinas de Brasil. EJECUTOR DEL PROYECTO: Fundación para el Desarrollo Camélido Altoandino - Markas Layku. Tiene por misión promover investigaciones socio-culturales y alternativas de desarrollo sostenibles y sustentables para el sector camélido; generando de esa manera impactos económicos, culturales, sociales, políticos y ambientales. Además, busca ser un puente que permita vincular la realidad social de las ganaderas y los ganaderos y la estructura de oportunidades del sector público y/o privado.

5 Infancia 09 Padre y madre 09 El tiempo antes de que llegara Cristo 13 Prácticas y oficios 18 Casa 19 Charqui 19 Partería 19 Gramilla o garbancillo 19 Monta dirigida 20 Rogativa a la lluvia 22 K’illpa 24 La quema 26 Vida familiar y comunitaria 28 Matrimonio 28 Alférez 28 Dirigencia 29 Servicio militar 30 Ferrocarril 32 Junta de Adelanto y Plan Andino 34 Organizaciones 36 Índice Proyectos desarrollados 43 Capacitación como enfermero ganadero 44 Corral para monta dirigida 44 Mejoramiento de bofedales 44 Matadero y secador 44 Vicuñas en cautiverio 44 Fábrica de procesamiento de fibra 47 Experiencias de intercambio 49 La vida ganadera en el altiplano 50 Calendario ganadero 50 Octubre 50 Noviembre 50 Diciembre 51 Enero 52 Febrero 53 Marzo 54 Junio 54 Uma T’ula 55 Técnicas ancestrales de ganadería 57 Tratamiento de la sarna o ch’aqata 57 Pronóstico del tiempo 57 Reflexiones finales 59 Bibliografía general 63

6 AGRADECIMIENTOS A: Mauricio Rosenblüth Mendiburu, director nacional de Propuestas País de la Fundación Superación de la Pobreza – Servicio País, por apoyar en la revisión y elaboración del presente documento. Fundación de Comunicaciones, Capacitación y Cultura del Agro, FUCOA, del Ministerio de Agricultura, por su apoyo en la edición, diseño y diagramación del texto. Excepto cuando se indica algo distinto, las fotografías identificadas como “registro personal”, pertenecen a Küyen Railén Gerter.

7 PRÓLOGO El escrito que tienen frente a sus ojos narra con cariño y elocuencia la vida de Germán Flores, un hombre del mundo andino, aymara y albacea de conocimientos y saberes de otra época. Desde su nacimiento en el caserío de Ancara, Germán ha ido acumulando, practicando y transmitiendo los secretos ligados a la ganadería andina. De su padre y madre aprendió el arte de la charquería, la monta dirigida, la partería de llamos y alpacos, la lectura de bioindicadores, etnoveterinaria y más. Todo esto bajo el abrigo de los ciclos de la naturaleza, y un sinfín de ritos y ceremonias como la rogativa a la lluvia y la K’illpa o floreo. Todo lo que don Germán aprendió de niño, constituye un legado ancestral, es la acumulación de miles de años de conocimientos y experiencias de sobrevivencia y desarrollo expresados en prácticas, ritos y formas de pensar y entender el mundo. De adulto, este patrimonio lo ha convertido en un excelso maestro. Su paso por la escuela, el servicio militar y el asedio de un poderoso proceso de chilenización que sobrevino durante gran parte del siglo XX, no mermaron su pasión por mantener viva la tradición ganadera de camélidos. Esto lo ha llevado a desarrollar oficios diversos como constructor de corrales, enfermero ganadero tradicional y comandador de montas dirigidas, entre otros. Ha participado de proyectos de mejoramiento de bofedales, gestión de matadero y dirigió un proyecto inédito de manejo de vicuñas en cautiverio que lo llevó a ser reconocido a nivel nacional. Conocer la vida de Germán Flores, es un regalo de sabiduría. Parte del gran legado cultural del mundo andino alcanza un brillo sorprendente en Germán, que ilumina e inspira a todo quien tenga la fortuna de escucharle y darle encuentro. No hay dudas que este texto se convertirá en lectura obligada para los hijos e hijas del altiplano chileno. Pero no se puede concluir este prólogo sin mencionar parte del contexto en el que ha sido escrito. La ganadería camélida en Chile vive momentos muy difíciles. Pese a constituir una de las prácticas más sobresalientes del mundo andino y representar una salida eficiente a los problemas presentes y futuros asociados al cambio climático, durante décadas el Estado de Chile no le ha otorgado el lugar que se merece en las políticas de fomento y salvaguardia. En nuestro país, la ganadería camélida es una actividad en declive, lo que contrasta con la realidad de países vecinos como Perú, Bolivia y Argentina. Por ello, confiamos que este libro que tienen en sus manos marque un momento de inflexión, donde Chile realice un giro profundo en su conducta hacia el mundo andino, y apoye con fuerza la actividad ganadera camélida, al abrigo del ejemplo de personas tan tenaces como Germán Flores. Mauricio Rosenbluth Mendiburu Director de Estudios Fundación para la Superación de la Pobreza – SERVICIO PAÍS

8 La infancia de don Germán está atravesada por las enseñanzas de su padre, Francisco Flores, y su madre, Natividad Mamani; hablantes del aymara como primera lengua. Entre ambos, actúan en este caso como portadores de saberes ancestrales que manifiestan en el mundo cotidiano de la familia a través de la práctica de sus oficios, medicina tradicional, rituales y dinámicas de cooperación articuladas en torno al concepto del ayni. Esa dimensión del mundo, cargada de la cosmovisión andina tradicional, se expresa en este periodo particular en la vida de don Germán. Foto de Ancara desde la carretera. Registro personal

9 Infancia Padre y madre Don Germán nació y se crió en la lengua aymara. En efecto, Natividad Mamani Cruz y Francisco Flores Castillo eran hablantes aymara de nacimiento. Natividad Mamani Cruz nació el 20 de enero de 1914, durante el período de militarización chilena en el sur del Perú1. Oriunda de Colpitas (Qullpita en aymara), cuando sacó su cédula de identidad, en 1960, le pusieron nacionalidad “chilena”. Fue quien se preocupó de que don Germán aprendiera a leer, ya que ella era analfabeta y solamente conocía el aymara, lengua que transmitió a su hijo y que este, luego de su paso por el cuartel, dejó progresivamente de utilizar. De la quema de las pertenencias de la señora Natividad, don Germán logró rescatar solamente su cédula2. Para la quema de las pertenencias de su padre, no tuvo la misma suerte. Comenta que “de mi mamá, yo conservé el carné. De mi papá, no po’. Le quemaron al otro día, ¡Esos, mis hermanos mayores po’! [los imita] ¡Ahh no, que se lleve el carné!, dicen. ¿Cómo? Si la persona está muerta, pero… un recuerdo pa’ nosotros, po’”. Sin embargo, logró conservar su certificado de defunción. 1. Periodo entre la finalización de la Guerra del Pacífico en 1883 (tratado de Ancón) hasta 1929 (tratado de Lima), cuyo eufemismo nacional lo expone en nuestros libros de historia como periodo de la chilenización. En los libros de historia peruanos, en cambio, esta época es conocida como cautiverio, en alusión a la militarización chilena de las ciudades peruanas de Tacna y Arica. 2. El rito mortuorio aymara comprende la quema de ropa dentro de las prácticas de despacho de la persona fallecida. Ese hito marca una etapa fundamental en el proceso de desprendimiento de esa persona en relación a este plano, por lo que es necesario que siempre sea realizado. En efecto, “en el fuego se puede distinguir cómo el (alma del) difunto aparece a recoger sus cosas -apurada o tranquilamente- y partir con sus animales” (Van Kessel, 2001, p. 9). Don Germán enseñando la cédula de su madre. Registro personal. Francisco Flores Castillo, nació el 4 de octubre de 1889 en Ancara. Al igual que Natividad, era hablante nativo de aymara y desconocía el castellano, tanto el escrito como el oral. Don Germán describe a su padre diciendo que siempre fue ganadero y artesano.

10 Además, en palabras de don Germán, “también era matrón”3. Fue quien atendió todos los partos de su esposa. Don Francisco tuvo un primer matrimonio con la señora Hilaria Chura, con la cual tuvieron siete hijos e hijas: Susana, Víctor, Hipolinario, Nemesio, Adolfo, Rosario y Manuel. En los matrimonios aymara, el hombre tenía que ir a consultar al padre de la mujer. Luego, ambos iban con el yatiri para que les tirara la hoja de coca y pudieran saber si iba a haber suerte en el matrimonio o no. En el caso del matrimonio con Natividad, ella tuvo que dejar Colpitas para irse a vivir a Ancara con su nuevo marido. Eran prácticas recurrentes en el mundo aymara “la endogamia y patrilocalidad. Esto impide que las tierras y pastos pasen a manos ajenas a la comunidad” (Tudela, 2002, p. 17), siendo el ayllu esencialmente una relación de parentesco entre una familia extensa, donde la tierra es heredada por los hombres mientras que las mujeres se integran a la administración de esas tierras en las que no nacieron, pero que siguen perteneciendo a la familia debido a la ancestralidad común entre la pareja. En el caso en que la tierra perteneciera a otro ayllu4, las mujeres debían emigrar. 3. Usuyiri: partero aymara, “el que hace dar a luz” (Apaza, M., 2022, p. 128). También denominado unanchu por otros autores (Cachiguango, 2006). 4. Cuestión que fue haciéndose cada vez más común a partir de la segunda mitad del S. XX (Tudela, 2002), donde la exogamia comenzó a sobreponerse a las prácticas tradicionales de endogamia.

11 Don Francisco y la señora Natividad tuvieron tres hijos y una hija, siendo don Germán el hermano mayor. Madre y padre representan dos figuras de suma importancia dentro de la vida de don Germán, quien se refiere con profundo respeto a estas personas, reconociendo en ellas múltiples características y evidenciando su cariño explícitamente. Por ejemplo, cuando cuenta que después del servicio militar decidió volver a Ancara porque extrañaba a su madre y a su padre. “Claro, si uno tampoco es de piedra”, dice. Luego de eso, nunca más volvió a dejar Ancara por un periodo de tiempo demasiado largo. Tanto don Francisco como la señora Natividad esquilaban, hilaban y, después, con un telar, hacían la ropa de sus hijos e hijas. También cocinaban indistintamente, fabricaban queso, pastoreaban y eran, por lo tanto, fuertes transmisores de cultura para sus hijos e hija. Pareciera ser que la única diferencia significativa en cuanto a los roles que desempeñaban era el que guarda relación con la Elaboración personal

12 realización de ceremonias, las que siempre instalan al padre como guía de estas en los múltiples relatos que don Germán ha hecho sobre su infancia. En dichas instancias, su madre destinaba su energía a la preparación de comida para las personas que participaban de esos rituales. Entre los 12 y 14 años, don Germán trabajaba con su papá en el cerro y, por ende, toda la economía familiar, prácticas y la vida cotidiana, giraba en torno a las actividades productivas del lugar que habitaban. Hasta los 14, relata, sólo usaba ropa de lana: chaleco de fibra de oveja y pantalón de fibra de llama o alpaca. Las ojotas eran de cuero, “livianitas y blanditas”, pero le dañaban los pies. Dentro de la vida ganadera era común la trashumancia. A los 15 años, recuerda que fue a pie con su papá a Tacna. Demoraron dos días. Viajaban con una caravana de llamas, transportando maíz tostado y charqui. Además, debían llevar agua para su consumo. Llevaban, también, siempre una ollita y mate de hierbas silvestres para capear los fríos del altiplano. Salían a Pachía. Pasaban la frontera sin sellar ningún papel ni mostrar algún documento. Iban a Tacna y a Tarata. Respecto a la partida de su padre, don Germán dice que no recuerda. “Tiene que haber sido una enfermedad más grave, yo creo… Claro que en el (certificado de) defunción sale pero, ponen cualquier cosa los carabineros”. Tuvo que pagar con un alpaco a los militares para que llevaran a su papá. A su mamá, la cargó él: “la llevé en carretilla de rueda de fierro. Yo mismo la llevé. Subimos a una carretilla sentada así; tapamos con algo, frazada así”. Describe una gran subida y un camino de 6 km. Dice que fue terrible. Su madre murió en 1969, a los 53 años, y su padre en 1972, a los 85 años.

13 Durante meses de conversaciones, don Germán recurría con normalidad a esta imagen del Cristo como un separador temporal entre una época y otra. En muchas ocasiones, utilizó esta fórmula para explicar cómo ciertas fuerzas de la naturaleza perdieron atributos o, simplemente, para contar un hecho mundano dando un marcador histórico. “Cuando el Cristo estuvo en la tierra”, dijo en una ocasión que quería explicar cómo un pajarito había dejado de ser una autoridad entre las y los aymara desde la llegada del cristianismo a las comunidades. Precisamente, el relato había sido transmitido a él por su madre. En dicho sentido, la infancia de don Germán se enmarca en este lapso temporal y simbólico en el que las prácticas cotidianas estaban teñidas en todas sus capas por la inmanencia de la cosmovisión andina desplegada en cada acción, palabra, oficio, ritual y creencias. A partir del S. XX, comenzó a sentirse con mayor fuerza el proceso de la chilenización en el altiplano. Si bien las comunidades ya habían sufrido una primera colonización por parte de los españoles que utilizaban el interior y a sus pobladores para la extracción de recursos naturales, es en este segundo periodo cuando se produce una importante transmutación de los valores, usos, creencias y prácticas cotidianas dentro de las comunidades. El antropólogo Patricio Tudela da una importante descripción de este momento histórico en su análisis general sobre la relación que han tenido el Estado, la sociedad chilena y los pueblos aymara durante el siglo pasado. Con el cierre de los templos en 1907, la expulsión de los religiosos peruanos en 1910, la fundación de la Vicaría Castrense (1911) se inicia la primera de las dos etapas de mayor violencia ideológica que viven los aymaras en su relación con la sociedad chilena. En esta, la iglesia católica chilena juega un papel fundamental, legitimando la ocupación y labor modernizadora del poder político. La evangelización (catecismo) y la chilenización son dos corrientes fuertemente vinculadas que se caracterizan por la intransigencia y falta de tolerancia a las prácticas nativas. El sincretismo cristiano-andino y las costumbres que caracterizaban el rito y las celebraciones despertaron un espíritu “extirpador de idolatrías” (Tudela, P., op. cit., p. 6). El tiempo antes de que llegara Cristo Antes de que llegue el Cristo, estos cerros eran muy poderosos. Ese cerro tenía un achachila: un demonio, una vizcacha en la que se montaba un ser. Decían que era un policía. Mi padre decía: vamos a agradecer a nuestro mallku, a la achachila. Prepararemos una mesa con dulces, banderas, k’oa. Subíamos a la parte más alta del cerro y hacíamos la wilancha5. (Germán Flores Mamani, conversación personal, 01/04/2023) 5. Wilancha se refiere a una ofrenda a la madre tierra que involucra el sacrificio de una llama. K’oa es el acto de quemar una ofrenda o la hierba que se quema con ese fin.

14 En su segunda llegada, la Iglesia juega un papel similar al que ejerció durante la colonización promovida por la corona española: legitimar el poder político que se instala en el territorio y lo reclama como propio. En un primer momento, el discurso oficial determinaba que el poder del rey provenía directamente de Dios, siendo las máximas autoridades religiosas las responsables de transmitir ese mensaje. Para el caso de la República de Chile, lo que sucedió fue una alineación producto de la perspectiva compartida tanto por la Iglesia como por el Estado, que era la del progreso, de la moral judeo-cristiana6 y del sistema de conocimiento eurocentrista7. Adicionalmente, la Iglesia transitaba por un pasaje inestable dentro de su historia, debido al espacio ganado por los partidos Radical y Liberal dentro del Congreso a fines del siglo XIX y, consecuentemente, la promulgación de leyes laicas que, progresivamente, iban quitando poder a la institución religiosa. Además del poder que detentaba la organización religiosa, cada vez más insustancial, esta arrastra una historia amplia de persecución, hostigamiento y asesinato a lo otro, a lo diferente: lo pagano, hereje, demoniaco, profano, etc. Por lo que es consistente que su llegada al territorio durante la chilenización fuera tan profunda y determinante, al nivel de moldear no solo prácticas y haceres cotidianos, sino que la misma forma en la que las y los aymara veían el mundo. La irrupción del cristianismo en las comunidades se dio de forma gradual, siendo la familia de don Germán afectada en el tránsito de la generación de su madre y su padre a la generación de él y de sus hermanos8. Durante una conversación con el señor Alex Castillo, alcalde de la comuna de General Lagos, este se refirió al proceso posterior al de la chilenización como “re-evangelización”. La evangelización vino a traer el cristianismo a una región… a un sector, y barrió las tradiciones. Algunas, se mezclaron. La phawa tiene una mezcla entre una misa con inciensos, las cuatro esquinas, la cruz. Algunos, mientras van haciendo la phawa, van rezando el padrenuestro. Otros cantan canciones cristianas. O sea, hay una mezcla de dos cosas: del vino y la misa, el cura está haciendo la misa. Solo que la mesa está en el piso: la phawa …Y llegaron los evangélicos allá arriba, y mira lo que pasó. Y re-evangelizaron. Porque borraron todo lo que había: lo que dejaron los católicos con la mezcla con los indígenas…Y ahora hay cristianos evangélicos que no hacen la phawa, porque lo encuentran pagano, que no celebran carnavales porque es pagano, que no hacen wilancha…porque son cosas paganas desde el punto de vista de los cristianos evangélicos (Sr. Alex Castillo Blas, conversación personal, 10/04/2023). 6. Sistema de valores cuyo fundamento principal son las escrituras del Antiguo Testamento y que determina cuestiones fundamentales dentro de la ética en una sociedad como la del bien y el mal. Considerando que la nación recientemente independizada era, de alguna manera, hija de la monarquía -abiertamente cristiana-, representada previamente en el territorio por el virreinato del Perú, es lógico considerar que este país emergente compartiera su sistema de valores y creencias. 7. Es decir, la que utiliza como parámetro la cultura europea y, por ende, tiene a aquella como único y correcto referente de lo que es el conocimiento. Esta posición, evidentemente etnocentrista, obliga a invisibilizar cualquier sistema subalterno de conocimiento (Ribeiro, 1992). 8. Esta irrupción, además, fue intensificada por los factores políticos y económicos que ya se han puesto en evidencia a lo largo de este texto.

15 Ceremonia de inicio del festival de la K´illpa en Visviri. Imagen proporcionada por Rolando Manzano Rada. Cabe mencionar que, aunque resulte paradójico que en la imagen aparezca una lata de cerveza, otra de las razones por la que actualmente el evangelismo ha calado tan profundo entre las comunidades es debido a que esta religión ha permitido que muchas familias eliminen el alcohol de su cotidianeidad. Ancara, Chislluma Ancara es un pequeño caserío en el poblado de Chislluma que está, prácticamente, en el límite con Perú y Bolivia. Es parte de la comuna de General Lagos y se encuentra 39 kilómetros al suroeste de Visviri, separado de Perú por el Volcán Tacora. Don Germán creció en Ancara, en una “casa de pajita”, dice. Describe su hogar con gran exactitud: dormían en camas de barro recubiertas con cueros y se tapaban con frazadas de lana de alpaca, aunque “la lana de oveja es la más abrigada”, sostiene. La lana de alpaca, en cambio, es la más resistente. Comenta que antiguamente, los techos se hacían de paja brava y resistían mucho mejor al viento y a la lluvia. Piensa que hoy ya no los hacen así porque demandan mucho más trabajo que techar la casa con planchas de zinc.

16 Dibujo de Ancara hecho por Don Germán. Conversación personal, 13/05/2023.

17 Recuerda la cocina de su casa y cómo conseguían alumbrarse por las noches -aunque solían dormir y despertar con el sol-, confeccionando velas con la grasa del animal: Y antes esta cocina no había, po’. Mi papá tenía adentro de la casa unas tres piedras; sobre ese, la olla ¡Y humo! No hay chimenea, no hay nada, po’. No hay… una luz. Después…con la misma grasa… en un tarro de atún, no sé… Ah, ¡en piedra! Hay unas piedras que son como parecido así como… [dibuja un cuenco en el aire] con lana torcida y ahí, alrededor: la grasa. Y ahí ellos prendían pa’ tener… una piedra… porque no conocíamos ni esas tablas, ni durmiente, ni una cosa. Sobre la piedra, ahí alumbraba… despacito… Así me he criado (Germán Flores Mamani, conversación personal, 09/06/2023). Luego comenzaron a hacer hornos de barro, dice don Germán, probablemente con piedra pómez, porque “las piedras azules se revientan”. Dice que su papá y su mamá eran muy pobres. Entonces, cuando moría un animal de flaco, le sacaban el cuero, y lo metían todo a un horno de barro con “leña verde”. Dice que le llamaban “waja” -pero añade que no recuerda bien el nombre-, y que lo picaban sobre el arroz. “Ya después fuimos conociendo el aceite. Pero primero era con la misma grasa de llamo”. La sal, en cambio, siempre la conoció: llegaba en cubos desde Bolivia. La traía su padre cuando hacía trashumancia al este. Frente de la casa de don Germán. Registro personal.

18 Prácticas y oficios La infancia de don Germán se desarrolló en estrecha conexión con la naturaleza. Puesto que a mitad del siglo pasado no llegaba a Ancara mercadería del exterior -más que la sal o aceite de Bolivia, entre algunos pocos productos que conseguían- las familias aymara tenían totalmente normalizado fabricar sus propias pertenencias: desde lo que vestían hasta los medicamentos para sanar a personas9 y animales. 9. Don Germán conoció el hospital con 68 años por problemas que tuvo en la próstata. Fue al hospital en Tacna. Don Germán, realizando un trenzado de soga. Imagen proporcionada por Rolando Manzano Rada.

19 Charqui Su papá trabajaba una semana para fabricar el charqui. Dentro del sistema de símbolos y creencias con el que don Germán ha crecido, cada día se asocia a algo bueno o a algo malo10; a un momento de descanso o de actividad. Se consideraba que los días de la semana coincidían con prácticas definidas: los lunes y jueves, eran los días del difunto; martes o viernes eran días para hacerse las hojas de coca; miércoles y sábados, días para agradecer a la divinidad; y domingo, día de descanso. Para el caso del charqui, los días se dividían en la siguiente secuencia de trabajo: lunes, se faenaba al animal; martes, se fileteaba al animal; jueves, se “tiene que dormir, o sea, que reposa el charqui”; viernes, se ponía al sol, se machacaba y se cocía en cuadritos. Según el relato de don Germán, su padre sacaba ciento veinte charquis de un llamo. Partería Su padre ejercía la partería con la señora Natividad, como él mismo lo haría después con su esposa. Antes del nacimiento, cuenta don Germán, las parteras tomaban el pulso de la mujer embarazada y así sabían cómo iba a venir el bebé. Luego del parto, utilizaban un parche de ricino y yareta: le ponían el parche en la espalda a la mujer, que en las semanas posteriores no podía cocinar. Tampoco debían bañarse durante el primer mes. Don Germán dice que le hacían unos masajes, y agrega: “la mujer daba a luz en una cama de barro. Se cuidaban casi un mes”. Cachiguango (2006), antropólogo ecuatoriano, sostiene que las unanchu-mama11 o los hombres parteros son autoridades ancestrales, esto es: que obtienen el reconocimiento y liderazgo a partir de la pericia adquirida en su oficio y no por designación o elecciones. La partería dentro del mundo aymara comprende el proceso completo, desde la gestación hasta el puerperio. Desde la concepción, la mujer pasa a ser una usuri-warmi, es decir, una mujer que tiene a un ser humano en su vientre y que, por lo tanto, realiza las labores cotidianas con cierta restricción (Alanoca et al., 2019). Desde el nacimiento, en casa de la madre, comienza el proceso de socialización del niño o niña, llamado “thakhi wawa (thakhi = camino, sendero y wawa = niño, niña), es decir, el camino que tiene que seguir” (op. cit., p. 890) la criatura en su desenvolvimiento para llegar a configurar su personalidad dentro del entramado cultural aymara. El sendero a través del cual llega a realizarse como jaqi. Gramilla o garbancillo Mientras camina por los bofedales, don Germán me habla de la gramínea, una planta que crece a ras de suelo, de hojas redondas y verde claro, que intoxica al ganado. El padre de don Germán le decía que había que observar a los animales que comían de esa hierba y sacrificarlos primero, pero buscar alguna solución. Le decía que había que quemar el garbancillo, tostarlo, molerlo y dárselo al animal. Don Germán nunca lo practicó, “por falta de manos”, dice. Nunca probó el método. 10. Don Germán explica cómo se sabía la suerte que iba a tener según quien se cruzara por su camino al despuntar el día: “En la mañana se cruza un varón: buena suerte. Si es un amigo, ¡mucho mejor! Si se cruza una dama o una jovencita, mala suerte”. 11. Explica que, en su mayoría, las mujeres son quienes llevan a cabo esta práctica. Esto no es una actividad exclusiva de ellas, sin embargo, como bien se puede ver en el relato de don Germán, según el cual tanto él como su padre practicaron la partería.

20 Dice Don Germán que, de niño, había poca gramilla en la pampa, a los pies de un cerro bastante alejado. Afirma que hay tres: layu, garbancillo y otro, del cual no recuerda el nombre en aymara. “Son tres clases de pastos ahí que son muy malos para los camélidos, para las ovejas, para las llamas, para las alpacas… las vicuñas, mire, fíjese que las vicuñas no le comen. Ni el guanaco, tampoco. Y le conocen. Es increíble, ¿O no?”. Es, en definitiva, un problema que afecta a los animales domésticos. Dice que, aunque los animales engordan, luego los deja “como drogados”, y provoca la muerte en ellos. La carne se pone amarga. “Ni los perros comen”, termina diciendo. Toma piedras y las deja sobre las gramillas para que no se sigan reproduciendo. Antiguamente, don Germán tenía más de doscientos animales entre llamas y alpacas. Actualmente, dice, por falta de pasto comestible y por los pastos tóxicos, entre otras razones, tomó la decisión de vender sus animales. Imagen de gramilla, Ancara. Registro personal. Monta dirigida Su papá y su hermano tenían a los machos en un corral, separados del resto, y hacían monta dirigida. Detectaban si las hembras estaban preñadas tocándoles las orejas o palpándoles el estómago. Si la oreja estaba tibia, esto quería decir que ya estaba preñada. Don Germán relata que los machos duran de 20 a 30 minutos en el apareamiento. Para diferenciar a las hembras, les ponen una lanita roja a las que ya estuvieron 2 o 3 veces con un macho. Al finalizar la monta, su madre traía comida (cazuela) y repartía entre las y los asistentes. Ponía una fuente de loza blanca, dice Don Germán, y todo el mundo comía de un solo plato. Después ponía “el segundo”: maíz blanco bien cocido -o alpaco- con el queso de la oveja. A fines de los noventa, don Germán construyó un corral con la ayuda de sus hijas para hacer monta dirigida con alpacas.

21 Don Germán sacando el ganado del corral para comenzar el pastoreo. Registro personal Rolando Manzano Rada.

22 Rogativa a la lluvia Cuando era pequeño, para la ceremonia de la lluvia lo vestían de blanco. Menciona los nombres de viento y remolino en aymara: th’aia y sajra. Cuenta que dentro de esta ceremonia, el agua -que tenía que sacarse del mar- podía traer granizos, nevada o lluvia. El agua que sirve para llamar a la lluvia, afirma, “es la que está calmada y con el cielo nublado”. Cuenta que antes se llevaba a seis niñas y a seis niños vestidos de blanco y, de rodillas, se les pedía que rodearan un monolito. Las y los niños desayunaban qala t´anta (pan sin levadura), no sin antes hacer un estricto ayuno. Don Germán asistió a muchas rogativas a la lluvia siendo niño, y quiso representar cómo practicaban esta ceremonia en el cerro Ancara. Su papá junto a sus hijos mayores construyeron un monolito. El otro monolito estaba desde tiempo atrás. Don Germán no sabe de cuánto tiempo atrás. Para él, este siempre ha sido el cerro sagrado del lugar, donde hacen las ofrendas e inician las celebraciones. Dentro de un monolito hay una bandeja con unas piedras encima de aspecto fosilizado, a las que llama “pequeños meteoritos”. Un poco más abajo del sitio ritual hay una iglesia, también construida por su padre y hermanos mayores. Representación sobre monolito, Cerro Ancara. Registro personal.

23 La ceremonia se realizaba en el mes de noviembre, en una fecha fija. Cree que en San Andrés. Me explica cómo hacían la rogativa a la lluvia. Inicialmente, debían poner algodón encima de una fuente12, el que representaba a la nube. Abajo, disponían agua de mar que, como se mencionó, era traída desde Arica. Allá también debía hacerse una rogativa para tomar el agua y que esta agua, a su vez, fuera propicia para el ritual celebrado en el altiplano. 12. El algodonero es un árbol nativo, común en las costas y valles de Arica. Probablemente, en el viaje para conseguir el agua de mar, también cosechaban algodón aprovechando los árboles silvestres del camino. Don Germán preparando la representación. Registro personal. Como se ve en la imagen, eran utilizadas cuatro ramitas para hacer un espacio entre el agua y el algodón, procurando que este no se mojara ni mezclara con el agua de mar, representando así a la nube de la manera más fiel posible. Es decir, conservando el algodón las cualidades que le asemejan a una nube cargada de agua. Finalmente, la fuente se ponía sobre el monolito, rodeado por los niños y las niñas que, a su vez, representaban la pureza.

24 Comenta que en Tacora también hacían esta ceremonia. “Hay un cerro un poco más bajo allá”, dice refiriéndose a los espacios sagrados. Es decir, aquellos donde eran realizadas las ceremonias, rogativas y ofrendas. Eran, por lo general, pequeños cerros emplazados en las cercanías de la casa o el corral. Cuenta que antes se le hacía una rogativa al viento, para pedirle “que suspenda un tiempo, que ya es demasiado”. Hoy se asocia el viento a un santo. K’illpa La importancia de los animales dentro de toda familia aymara es radical, y no corresponde solamente a la propiedad de las autoridades dentro de la familia, los adultos padre y madre, sino que es toda la familia que participa de la tenencia, cuidado y pastoreo del ganado. Asimismo, por ejemplo, es toda la familia -e, incluso, grupos de familias- que participa de la ceremonia de la k’illpa que es el marcaje en la oreja del animal. Don Germán recuerda, entre los ocho y doce años, que “como mi papá tenía varios hijos, cada hijo tenía sus animales. Adolfo, por ejemplo, tenía su propio corral con doscientos animales. Nemesio tenía aproximadamente ciento veinte. Mi padre, ciento cincuenta”. Durante su infancia, se le aparecía siempre el titi (gato andino) y el perro lo mataba, por lo que terminaban embalsamando al gato de montaña. Su papá le decía que el titi se le aparecía porque iba a ser ganadero. Cada dos años hacían la k’illpa en el cerro “Ancara chico”, cerro que, según su relato, tenía una achachila. “Antes de que llegue el Cristo, estos cerros eran muy poderosos”. Por eso hacían una ofrenda en lo alto de los cerros. Preparaban una mesa con dulces, banderas blancas y k’oa para sahumar y sacrificaban a dos llamos. “Decían mucho: Jallalla, que haya harta lluvia”. Al día siguiente, le ponían los pompones en las orejas y lanitas en las espaldas a los animales. La sangre que brotaba de las orejas cortadas de los animales era ofrecida a la tierra. Comían la carne con maíz blanco, habas o chuño. Al día siguiente, “una buena cazuela o asado para agradecer a quienes ayudaron. Es como ayni. Después el papá ayuda al hijo o el hijo al papá y así”. Primero, era la ofrenda. Pichaban coca, floreaban a los animales y, al final, el baile. Don Germán dice que no era un baile específico, pero que sí seguía un orden definido: bailaban en las cuatro esquinas, primero, y después al medio, en la ofrenda 3. Las últimas veces que practicaron la k’illpa, Alfonso, su hijo mayor, tocaba la guitarra y el charango. Hoy en día, dice que ya no practica la tradición porque le da miedo. Piensa que es maltrato para el animal. Tampoco comparte ya las creencias de su madre y padre. Cuando habla de las prácticas que difieren mucho de las chilenas, de herencia colonial y eurocéntrica, denota extrañeza. 13 La tradición de mascar coca es una parte fundamental dentro de la celebración de la k’illpa debido a que, en ese momento, quienes participan de la ceremonia se reconocen entre sí. Cada persona va con las hojas de coca, planta sagrada dentro de la cosmovisión andina, guardadas en la ch’uspa, bolso tejido de uso ritual. En el momento de pichar las hojas, hay una secuencia entre cuatro personas las que, de manera sucesiva, intercambian las hojas entre sí. Esta planta transita siendo otorgada y recibida y, de este modo, el espacio ritual se abre reafirmando, de forma simbólica, la prevalencia de la comunidad y el principio andino de reciprocidad.

25 Titi utilizado en festival de la K´illpa en Visviri Imagen proporcionada por Rolando Manzano Rada. Al titi lo adornan y challan. Cuando ya está embalsamado, le dan coca por la boquita. Dicen que los animales se multiplican al 90%, así que hay que tenerle cariño al titi. En el corazón va una botellita de licor (...) Mire qué hacen los viejitos, qué les habrá pasado. Lo inventaron ellos, yo creo (don Germán Flores Mamani, conversación personal, 30/03/2023). Hace un tiempo, don Germán vendió un titi que tenía y le llamaron la atención. Me cuenta, entre risas, que le dijeron que venderlo es como vender la suerte.

26 La inversión de valores, creencias y prácticas explicita lo violento e intenso que fue el proceso de aculturación dentro de las comunidades, tanto a nivel colectivo como personal. Mientras la comunidad se desmenuzó, instalando la idea del individuo y la competencia, la persona o jaqi experimentó un proceso de crisis identitaria debido a la imposición de un sistema en el cual sus modos y formas no constituían parte de la norma. En palabras de Tudela (2002), Los efectos del sistema escolar chileno entre los aymaras se pueden dimensionar en dos planos: en lo ideológico y en lo social. En el primer caso, los contenidos de la instrucción conducen a una crisis ideológica, por la influencia del nacionalismo, desarrollismo y positivismo. El conocimiento científico hace que los jóvenes adquieran una racionalidad diferente y perciban la realidad de manera más secular o desacralizada (...) La mayoría de los jóvenes ya no creen en las explicaciones de los ancianos (Tudela, P., op. cit., p. 6). La quema Al octavo día luego de la muerte de la persona, en la mañana se hace un sahumerio de incienso y copal, y se prenden unas velas. En la tarde, se carga un llamo joven -de un año, “el mejorcito llamo”, dice- con alimentos y las pertenencias de la o el difunto, como si estuviera yéndose de viaje: en una caravana. Quienes están con el duelo se despiden del llamo. “Ya, definitivamente, ya no va a volver nunca más”, dice don Germán. El llamo sale corriendo. Dependiendo de si el llamo corre o se resiste, se interpreta cómo la persona muerta está dejando la vida. De joven, don Germán participó intentando atrapar al llamo con la carga. Se arranca. El llamo se va solito. Con una … soga. Un joven que es bueno para correr. Y cuchillo, tiene que llevarse acá. Y matar ese… avanzan así. Y se va como loco el llamo. Se va no más, fshhh [hace onomatopeya de viento]. Ese está contento el finado porque, ya, su muerte… está contento que no…Pero hay llamos: no te caminan. Está gritando, renegando el llamo, ya no quiere caminar. Se vuelve pa’ atrás. Entonces, ese finado murió amargado. O alguien le hizo una brujería pa’ que se muera la persona. Entonces, el finado ha muerto por alguna amargura. Entonces el llamo [enfatiza el no] no quiere irse. Pero alguno con muerte natural, se va con carga y ¡buuu!, corriendo como loco. Capaz puede llegar no sé dónde: un kilómetro, dos kilómetros (don Germán Flores Mamani, conversación personal, 13/05/2023) El joven que persigue al llamo debe intentar matarlo. A veces, el llamo se le escapa y otras, simplemente, se echa al suelo. En su experiencia, cuenta que él siempre debía mirar hacia donde el llamo se iba corriendo y no, en cambio, al lugar en el que estaban las y los seres queridos de la persona difunta: “siempre he mirado pa’ allá. No para acá”14. Después de muerto, juntaban leña y hacían la quema, a unos doscientos o trescientos metros de donde estaba la familia. Don Germán dice: la despedida. Ahí decían que aparecía “el flojo” con una manta roja. “Ellos lo ven. Pero yo nunca lo pude ver. Una vez me llevé binoculares. Estos viejos andan mentirosos”, dice como representándose a sí mismo en ese momento, dudando sobre la veracidad de quienes decían ver al flojo. 14. Según la bibliografía publicada, hay quienes son acompañados o acompañadas por otros animales, como el perro con el que vivían. La idea es que el animal ayude a guiar el camino de la persona fallecida y le preste socorro, en caso de que esta lo necesite (Parra, R., 2016).

27 El flojo, dentro del relato de don Germán, se correspondía con la tradicional descripción de la quema donde las y los asistentes aseguran ver en el fuego el rostro del próximo en partir. Por esto, la familia debe mantenerse lo más alejada posible del lugar de la quema. Otros autores (van Kessel, 2001; Maureira, Cornibert y Olavarría, 2018) también hacen referencia al “flojo”, pero refiriéndose a las personas que están cerca de la hoguera y que podrían estar siendo llamadas a partir con el difunto. A estas les son propiciados chicotazos mientras se les incrimina: “¿Por qué quieres afligirnos?... ¿Quieres irte también?,... ¡Flojo!, ¡quédate a trabajar para tus hijos, con nosotros!...” (van Kessel, op. cit.). En la narración de don Germán, sin embargo, el flojo es personificado en un hombre que lleva una manta roja. Según su relato, a partir de las formas que aparecían entre las brasas, el humo y llamas, los mayores podían pronosticar a quién se iba a llevar el flojo la próxima vez. 15. En la ciudad de Arica (tanto en el cementerio de la ciudad como en el que está en el poblado de San Miguel de Azapa) y en diversas culturas a lo largo y ancho del continente, este día es celebrado como un reencuentro entre las personas vivas y las muertas. Las celebraciones contemplan escenarios que van desde las casas a los cementerios e incluyen tanto altares como ofrendas, comida, bebidas, danza y música. Asevera que aún realizan esta práctica, siempre un lunes o un jueves. Aunque, hoy en día, cuenta que hacen la tradición con vehículo. Además, comenta que en los valles cercanos a Arica también se practica esa costumbre, pero con gallos u otros animales. El vínculo entre personas vivas y muertas se refuerza cada 2 de noviembre, según recalca don Germán, quien sostiene que la conmemoración se realiza un día después de la celebración que se hace en Arica, durante el hoy llamado Día de Todos los Santos. En dicha festividad, se recuerda al difunto o a la difunta a través de cantos, ofrendas, acompañamiento a su tumba, sobre todo durante los tres años posteriores a su partida. Se cree popularmente que ese día se acorta la distancia entre la muerte y la vida15.

28 Matrimonio Con respecto al matrimonio, don Germán sostiene que los días pares son los que se deben escoger para casarse. Comenta que, antiguamente, la gente tenía que casarse con un padrino. En su caso, “cuando yo ya estaba huérfano, pa’ buscar la señora tenía que buscar otro representante”. Un primo lo acompañó en el matrimonio: mataron dos animales, “siempre par”, recalca. También tiraron las hojas de coca (que le advirtieron mal augurio). Se lamenta por la mala experiencia (vivió una ruptura del matrimonio) y comenta que sus hijas e hijo no se quieren casar por ver el ejemplo de su matrimonio fallido. Dice que le habría gustado ver que alguna hija se casara. Termina contando que nunca más vio al padrino y que ni siquiera se acuerda de su nombre. Alférez En la región, es tradicional que exista un encargado o encargada de organizar y responsabilizarse por los costos de las celebraciones religiosas, siempre colectivas. Dentro de las diversas festividades como la Cruz de Mayo, el Señor de Locumba, así como para celebrar las fiestas patronales de cada poblado (o sea, del Santo Patrono de cada localidad), siempre es una persona la que se encarga de llevar a cabo la realización de las mismas. Cada año, la tradición exige que esta responsabilidad rote entre las personas de la comunidad. Quien se ofrece como patrocinador y autoridad de la fiesta, es el alférez. La primera vez que don Germán fue alférez, para la fiesta de San Luis el 3 de mayo, tenía alrededor de Invitación a la última festividad del Señor de Locumba. Registro proporcionado por Gloria Flores. Vida familiar y comunitaria diecisiete años. Todavía no se casaba. Ni siquiera iba al “cuartel”. Su papá le dijo: usté’ tiene que ser como alférez pa’ la comunidad. Después de casado, también fue alférez. Cuenta que invitaban a grupos de zampoña y a guitarristas. Recuerda la “jara”, haciendo memoria de dónde podría “estar botado; no sé si lo quemé”. Es un “instrumento que tocaba un disco con una aguja. Y hay que dar cuerda, porque eso no es eléctrico”. Tararea una canción. Recuerda que había otro de pila. El antiguo tocadiscos peruano al que hace referencia se comercializaba a través de la marca “Jara”, que es el nombre que don Germán trae a la memoria y con el cual era conocido popularmente el instrumento en el altiplano. Recientemente, volvió a ser alférez en la celebración del Señor de Locumba. Acompañó a su hija Gloria Flores, quien presidía la festividad como anfitriona.

29 Dirigencia Dentro de las comunidades andinas, “son prácticamente una obligación las reuniones de convocatoria comunal para decidir aquellas situaciones que afectan a toda una localidad”, afirman González y Gavilán (p. 152, 1990) en uno de los primeros estudios hechos sobre identidad étnica y cultura aymara en la región. Más adelante, sostienen que a través de estas instancias se actualizan permanentemente los mecanismos de identificación comunitaria. Visita de Ricardo Lagos a la región el 2003. Registro proporcionado por don Germán. La primera experiencia que don Germán relata dentro de su vida dirigencial fue el TEA (Taller de Estudio Aymara). Dice que ahí aprendieron a ser dirigentes. “Estaba el democrático, el autoritario, el flojo”. Don Germán puntualiza que las comunidades siempre tuvieron organizaciones. Como había aprendido a escribir “en el cuartel”, entró a la Junta de Vecinos como secretario.

30 Servicio militar Con dieciséis años, Don Germán se fue como ayudante de pastor a Perú con un compadre de su papá. Ahí aprendió a hablar español, ganó dinero y le dieron ropa. “No tenía nada acá po’, si… mi papá me mandaba a cuidar animales, ahí. Y ahí no más po’ si… ellos no… de vez en cuando, me compraban una ropita. No tenían plata”. Pone la voz más grave y agrega: “y por eso me fui lejos yo”. En Perú le ofrecieron prestar el servicio militar, pero no quiso. En Chile, llegó al servicio como infractor, debido a que ingresó un año después del llamado oficial. Como se puede evidenciar en imágenes proporcionadas por don Germán, en esa época se imponía la obligatoriedad del servicio militar. La ley de reclutamiento, vigente entre 1953 y 1978, establecía un periodo de servicio de un año (Valenzuela y Carrasco, 2022). Esto cambiaría con las modificaciones posteriores, una en dictadura -que ampliaba el periodo de servicio- y otra adicional el 2005 -que haría el proceso más abierto a través de inscripciones voluntarias y sorteos para llenar las vacantes que quedaran desiertas. En su servicio militar, durante 1966, don Germán sufrió la prohibición de su lengua. Cuenta que le pegaban si hablaba aymara o le decían que era boliviano o peruano. Estuvo 14 meses. Volvió a Ancara porque extrañaba a su familia: “uno no es una piedra. No veía a mi mamá hace un año”, dice. La obligación de prestar servicio al ejército chileno marcó un quiebre aún más grande que la llegada de Cristo dentro de la cosmovisión de don Germán. Si bien la llegada de Cristo supuso un proceso colectivo de progresiva adopción de los parámetros culturales provenientes de la colonia y, luego, de la República, la militarización de los hombres del altiplano impuso un desarraigo de todo lo que hubieran aprendido en sus comunidades a través de la discriminación, el

31 hostigamiento y menosprecio etnocentrista. Así, el paso por el servicio militar fue un proceso solitario, personal, en el que muchos aymara debieron aprender castellano o callar. Fueron llevados fuera de sus entornos familiares y, entonces, alejados de sus tradiciones, prácticas rituales y cotidianas; lejos de sus cerros protectores, de los animales y fuentes de agua sagradas; lejos de la vida ganadera, bofedales, hierbas, frutas y flores que solían tocar, ver, oler y, por lo tanto, conocer: tanto en sus propiedades medicinales como en las tóxicas o bien reconocer si eran o no comestibles. En la imagen, que don Germán guarda en uno de los muchos álbumes de fotos que tiene en su casa, aparece él con 19 años en la ciudad de Arica.

32 Este periodo, en definitiva, marcó un antes y un después. Si se considera que en el servicio militar es donde fue obligado a hablar castellano en desmedro del aymara, su lengua nativa, y que hoy en día ya no se comunica, en ningún caso, en aymara, entonces es posible comprender, al mismo tiempo, por qué “no cree mucho”, como suele decir. Al hablar de las antiguas prácticas de su padre o madre, indica: “yo, además, como militar, no se entiende eso mucho”. Mientras que el servicio militar impuso de forma violenta la nueva cultura -necesaria para integrar al proyecto nacional a estos nuevos ciudadanos-, la Iglesia y la escuela, por su parte, desempeñaron un rol fundamental en este tránsito de aculturación. Si bien la violencia no era explícita -como regla-, la imposición de esta otra forma de ser, de comportarse e, incluso, de identificarse, era parte de una ideología que replicaba día tras día en su discurso. El análisis agudo de Tudela lo describe de la siguiente manera: (Entre) las consecuencias de esta primera etapa de la escuela chilena entre los aymaras (hasta 1930) destacan: a) el conflicto de identidad entre las generaciones jóvenes y los más adultos, puesto que mientras los padres se habían criado en una sociedad ágrafa los hijos comenzaban a recibir una socialización chilenizante y literaria; b) la puesta en duda del acervo cultural que se transmitía a través de las instancias exclusivas de socialización tradicional (la familia) y que con el tiempo es el germen del desmantelamiento de la comunidad tradicional y de la crisis de identidad; c) la diferenciación social y generacional como consecuencia de una aplicación diferenciada e intencional desde el Estado chileno; y, d) la introducción de una educación monocultural y monolingüe ajena a su realidad. (Tudela, P., op. cit., p. 21) Ferrocarril Don Germán trabajó en el ferrocarril entre 1968 y 1973, después del servicio militar y antes de la dictadura. Empezó en Humapalca como constructor. Luego trabajó con pólvora; duró una semana. Después de eso, se fue a Visviri, donde trabajó en renovación de rieles y carga de tierra, entre otras actividades. De Visviri, se fue a laborar a la estación El Cerro. En ese lugar, su trabajo consistía en sacar los durmientes. Comenta que le pagaban por trato. “Por ejemplo, 10 pesos el palo”, dice. Rememora los tiempos en los que cargaban material a la frontera con Perú a través de los cerros. “Pobres llamos, cargados desde arriba del cerro a las 4:00, a las 5:00…cuando hay luna llena subían, dijo mi papá. Yo no alcancé, pero… eran más bolivianos, peruanos… cargueros, con burro, así” a las 7:00 ya bajaban, para descargar nuevamente a las 9:00. “Caliche, le decían, no sé qué... este, azufre. Para mí, es como pura piedra. Pero, al fundirlo, salía (...) Este lo llevaban para fertilizante, la agricultura. Hacían como harina y lo tiraban en la chacra”. Usaban el ferrocarril para transportar lo que procesaban ahí, en la primera fundición de azufre, relata don German mientras mira las ruinas de la antigua fábrica de Ancara. Las transformaciones de los sistemas económicos tradicionales que se dieron en el altiplano fueron acrecentando esa fragmentación entre lo antiguo y lo nuevo. Esta escisión entre las distintas formas de ver el mundo y desenvolverse en él es fundamental.16, ya que son los cimientos sobre los cuales comenzará a modificarse todo un sistema de símbolos y significados que será dirigido cada vez más a un fin aparentemente deseado por todo ser humano dentro de esta civilización y sociedad: el desarrollo. 16. Desde una perspectiva filosófica, la importancia de esto denota un posicionamiento ontológico a partir del cual se comenzará a ver el mundo y a vincularse con él desde una perspectiva teleológica, consistente con la introducción de la doctrina cristiana de la vida eterna. Es decir, cuyo fundamento reside en una cuestión que no está aquí, en la existencia presente e inmediata, sino que en su término. Asimismo, en el Altiplano los procesos (formas, modos, ofrendas, rituales, símbolos, etc.) dejarán de ser tan relevantes siempre y cuando estos proporcionen el objetivo deseado: progreso.

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