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17 Recuerda la cocina de su casa y cómo conseguían alumbrarse por las noches -aunque solían dormir y despertar con el sol-, confeccionando velas con la grasa del animal: Y antes esta cocina no había, po’. Mi papá tenía adentro de la casa unas tres piedras; sobre ese, la olla ¡Y humo! No hay chimenea, no hay nada, po’. No hay… una luz. Después…con la misma grasa… en un tarro de atún, no sé… Ah, ¡en piedra! Hay unas piedras que son como parecido así como… [dibuja un cuenco en el aire] con lana torcida y ahí, alrededor: la grasa. Y ahí ellos prendían pa’ tener… una piedra… porque no conocíamos ni esas tablas, ni durmiente, ni una cosa. Sobre la piedra, ahí alumbraba… despacito… Así me he criado (Germán Flores Mamani, conversación personal, 09/06/2023). Luego comenzaron a hacer hornos de barro, dice don Germán, probablemente con piedra pómez, porque “las piedras azules se revientan”. Dice que su papá y su mamá eran muy pobres. Entonces, cuando moría un animal de flaco, le sacaban el cuero, y lo metían todo a un horno de barro con “leña verde”. Dice que le llamaban “waja” -pero añade que no recuerda bien el nombre-, y que lo picaban sobre el arroz. “Ya después fuimos conociendo el aceite. Pero primero era con la misma grasa de llamo”. La sal, en cambio, siempre la conoció: llegaba en cubos desde Bolivia. La traía su padre cuando hacía trashumancia al este. Frente de la casa de don Germán. Registro personal.

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