HISTORIAS, MEMORIA RURAL Y FUTURO: a 50 años del Golpe de Estado

HISTORIAS, MEMORIA RURAL Y FUTURO: A 50 años del Golpe de Estado ~192~ Al repasar los hechos en general, en especial los acaecidos entre septiembre y octubre de 1973, incluida la caravana de la muerte y su festival de crueldad sin límite, y en particular lo sucedido en Lonquén, Paine, Cauquenes, Laja, Mulchén –los fundos El Morro, Santa Bárbara y Carmen-, así como los fusilamientos que rodearon el desenlace del complejo forestal y maderero Panguipulli –Neltume, Chihuio y Liquiñe-, entre los escenarios más conocidos de la represión, llama poderosamente la atención el nivel de violencia ejercido. Sobre acciones como las enunciadas, que protagonizaron militares, carabineros, a veces personal de Investigaciones y la participación de civiles, no se tenía mucha referencia histórica. Fueron hechos que demostraron un lado b oculto de nuestra alma nacional, una dimensión de Chile aparentemente desconocida, que afloró en una combinación del despertar de fantasmas y monstruos con la implantación de un orden, donde el terrorismo fue una política estatal conscientemente impuesta por el gobernante con propósitos políticos266. A nivel general autores como Foucault267, Nietzsche268, Hanna Arendt269 y otros han 266 Las siguientes fueron las principales características de la etapa terrorista: “a) El derecho se fundaba en procedimientos absolutamente formales, autonomizados de toda fuente de legitimidad, fuera ésta una relación verosímil con principios de justicia, o la generación representativa de la ley, b) la capacidad de legislar se concentraba en un «aparato» de las FF.AA. y no en un poder estatal diferenciado, c) el saber teórico, orientado a guiar las opciones políticas, no funcionaba como sistema de proposiciones confrontables sino como sistema dogmático, como ortodoxia, d) el terror tuvo una absoluta elasticidad y en él se sostenía básicamente el orden, siendo anulada la posibilidad de movilización política así como la posibilidad de cuestionar los actos del poder”, Tomas Moulian, Chile actual. Anatomía de un mito, Arcis-Lom, 1998, pág., 171. 267 “He aquí el plano de vuestro París puesto en orden… En los cuatro extremos, cámara de los diputados, cámara de los pares, instituto y palacio del rey. Al margen, lo que alimenta el recinto central, el comercio, sus bribonadas, sus bancarrotas, la industria y sus luchas furiosas; la prensa, sus sofismas; las casas de juego; la prostitución, el pueblo muriéndose de hambre, o revolcándose en el desenfreno, siempre al acecho da voz del Genio de las Revoluciones, los ricos sin corazón… En fin, la guerra encarnizada de todos contra todos… Hay que oír el estruendo de la batalla”. Michel Foucault, Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, Ed. Siglo xxi, 2008, págs. 313-314. 268 “El concepto de violencia en La Genealogía de la Moral de F. Nietzsche se encuentra constituido dentro del marco de la evolución del nihilismo en la Europa del siglo XIX. Fundamentalmente, consta de dos momentos de una misma relación: la violencia como acción de un poder sobre otro; y en segundo lugar la violencia como apropiación de sentido. Esta diferenciación no debe confundirse con la simplificación de violencia física y violencia psicológica, ya que lo que aquí se pone en juego son mecanismos que ya de por sí son diferentes, uno es el mundo de la dominación y el otro el del avasallamiento. Aquí radica la distinción más profunda de la violencia, la violencia como guerra y como represión”, Gabriel Iribarne, “El concepto de ‘violencia’ en la genealogía de la moral de F. Nietzsche”, en revista, Revista Nordeste -Investigación y Ensayos-2da. Época N°1, 2012, pág. 182. 269 “Fue como si en aquellos últimos minutos [Eichmann] resumiera la lección que su larga carrera de maldad nos ha enseñado, la lección de la terrible banalidad del mal, ante la que las palabras y el pensamiento se sienten impotentes”, Según la filósofa alemana, Eichmann no era el «monstruo», el «pozo de maldad» caracterización que la mayoría de la prensa hacía de él. Su actuación, durante la guerra, no merecía disculpas, y él tampoco era inocente. La singularidad de sus actos es que no fueron realizados por la capacidad de Eichmann para impartir crueldad, sino porque él mismo, era un burócrata, un engranaje más de una maquinaria que funcionaba para exterminar”. Hanna Arendt, La banalidad del mal, Eichmann en Jerusalén, Barcelona 1999, pág., 368. ¿Por qué tanta violencia en el campo?

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